Me queda claro que las consolas para jugar no sólo llegaron para quedarse, sino que son una industria viva, que además, recauda -según leí hace tiempo- más millones que lo que obtiene Hollywood de ganancias. No sé si sea cierto esto, pero el hecho de que haya tanta variedad de juegos y que además, salgan nuevas consolas, con más prestaciones, de un año a otro, todo esto hace suponer que es un negocio que va viento en popa.

Y con las consolas hemos visto además desarrollos gráficos impresionantes, de los juegos de los años ochentas y noventas, en donde los personajes eran una serie de pixeles cuadrados que nuestros ojos y cerebros nos hacían verlo como un muñequito, ahora la resolución gráfica, las tarjetas de video, los GPUs, hacen que el realismo sea sorprendente. Y debido a que como ya dijimos, es una industria que deja mucho dinero, se sigue desarrollando en este rubro: herramientas de programación, nuevo hardware cada vez más rápido, nuevas bibliotecas de software para aprovechar en cierta medida el paralelismo de los GPus, etcétera.

Pero a veces me pregunto si todo esta tecnología es necesaria. ¿No es ya demasiado? Sí, es cierto que la resolución gráfica, los millones de colores que ahora vemos en el monitor son una ventaja, pero… ¿hacen mejor al juego? No puedo afirmarlo categóricamente. Vamos, que muchas veces, cuando jugaba esos juegos del pasado, bastaba con saber lo esencial. Los detalles de los personajes resultaban de alguna manera accesorios. Pienso, por ejemplo, en el mítico «Príncipe de Persia». Su versión para Apple II sacaba todo el jugo posible a las gráficas de ese entonces y además, el programador (que en ese entonces era un adolescente), logró dotar al héroe del juego con movimientos que parecían ser de los seres humanos.

La versión moderna de este juego es asombrosa en los detalles gráficos, y quizás enriquezca el juego, pero en esencia, es lo mismo, es el mismo juego, la misma idea y por ende, solamente es una versión con espectaculares gráficas pero que en principio, no aporta ya nada al juego en sí (fuera de sus gráficas).

Curiosamente hace poco vi un video de unos niños a los que eran enfrentados a una Apple II. Como jamás habían visto una máquina así, no sabían ni siquiera encenderla y cuando lo lograron, no entendían qué podía hacer una «supuesta computadora» que solamente mostraba un cursor titilante en la pantalla. Incluso, cuando a estos chicos se les mostraron los juegos de ese entonces, muchos pensaron que eran aburridos.

Y quizás para esos chicos la modernidad le llegó de sopetón y no tuvieron tiempo de ver lo que antes se hacía, que finalmente es el antecedente directo de lo que hoy tenemos. Conozco a un fanático del cómputo Vintage, de Apple particularmente, y él es feliz jugando el Príncipe de Persia, como otros juegos de ese entonces.

 

Mi pregunta va al mejor estilo Procuraduría del Consumidor: ¿Qué es lo que importa? ¿el juego o el juguete?