Internet se convirtió en relativamente pocos años en un servicio tan fundamental como podría ser el teléfono o la televisión. Hoy cualquiera que tenga un teléfono inteligente usa cotidianamente la red de redes y entiende que este servicio es muy importante para muchísimas cosas de la vida cotidiana.

La virtud de la red es su libertad de acceder en principio a cualquier contenido, a poder ver una página web hecha en un servidor gratuito o bien en uno de paga a la misma velocidad. La posibilidad de acceder a cualquier información sin que alguien verifique por qué estamos entrando en un sitio particular es parte de lo que hacemos todos los días al entrar a Internet y lo consideramos como una obviedad.

Pero no lo es y ya alguien está proponiendo que los proveedores de Internet puedan decidir qué sitios te pueden bloquear o bien, a cuáles darles prioridad y mayor velocidad de bajada, cuáles hacerlos lentos para cargar e incluso, por qué no, cobrar por entrar a ciertos sitios. Y esto es precisamente lo que se llama «la neutralidad de la red«, la cual una vez más se está poniendo en riesgo porque no falta el vivales que quiere hacer negocio para sacarle agua, si se puede, a las piedras.

Los gigantes de la tecnología en un rally en favor de la neutralidad en la red

Y entonces ya hay voces que se están levantando para impedir que esto ocurra. La gran virtud de la red de redes, de Internet, que de pronto se volvió importante y que los gobiernos ya no ven con tan buenos ojos, es que es incontrolable. La llegada de las redes sociales como Facebook y Twitter, que incide en muchas ocasiones en el ámbito local, no es del agrado de los actores políticos y de hecho, muchos están enojados, porque no hay límites a lo que la gente escribe en dichas redes sociales y hasta los lambiscones de estos personajes han salido proponiendo leyes para controlar Internet.

Por ello, esto de la neutralidad de la red permitiría discriminar por diversos motivos. Y ya estamos llenos de esquemas discriminatorios. Por ejemplo, el Banco Santander tiene en sus sucursales tres filas: la de clientes, la de clientes con tarjeta «premium» y aquellos que no son cuentahabientes, que probablemente van simplemente a cambiar un cheque, o a pedir cambio de algún billete, etcétera. Y entonces, para este banco -que da un pésimo servicio- el dinero de algunos vale más que de otros. Por ejemplo, llego, me formo en la fila de clientes, pero como no soy premium, entonces no tiene importancia en qué lugar de las fila esté, porque antes van a atender al que es premium, porque tiene más dinero que yo, y eso es absolutamente injusto y discriminatorio. Para colmo, se da a manejos discrecionales de los cajeros a quién llama cuando se desocupa la caja. De nuevo, un esquema que busca preferenciar a los cuentahabientes con mucho dinero en ese banco y despreciar a los que tienen menos dinero. ¿A quién se le habrá ocurrido semejante idea tan fuera de lugar?

Porque miren, discriminamos en muchísimas cosas, para bien o para mal. Hay quien le gusta mejor ir a Starbucks que a una cafetería en donde haya mesas y sillas y no sillones como si fuese un «set» de la serie televisa «Friends». Somos productos manipulables y hay quien le hace feliz que le pidan su nombre para ponerlo en el vaso de cartón donde le entregarán su bebida. Y podemos discriminar y probablemente está en nuestra genética, para elegir lugares o situaciones en donde nos sintamos cómodos. Pero discriminar porque otro tiene la piel más oscura, o porque es un obrero, o porque nos sentimos superiores, es ahí es donde esto ya no cabe.

Y regresando al problema de la neutralidad en la red, pues simplemente no va a pasar. Y no ocurrirá porque la red Internet es en conjunto mucho más fuerte que estas propuestas. Recuerdo en estos momentos la iniciativa de ley SOPA (Stop Online Piracy Act), que era una idea para de nuevo, que los gobiernos controlaran a Internet. Tampoco prosperó.

Asumo que cuando las cosas se vayan a poner peor, los sitios más importantes tomarán acciones. Cambiar la inercia de Internet es -en mi opinión- imposible. Y no es por no cambiar, sino porque así funcionan bien las cosas. Esta es otra iniciativa que terminará por desecharse, como las N iniciativas que se han presentado, particularmente la del gobernador de Hidalgo, que es una de las más absurdas y ridículas que se han presentado en nuestro país.