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¿Quién diablos verá los Juegos Olímpicos?

En otras circunstancias, a estas alturas estaríamos bombardeados por imágenes de las playas de Río de Janeiro, de reportajes (de esos que quieren ser bien...

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En otras circunstancias, a estas alturas estaríamos bombardeados por imágenes de las playas de Río de Janeiro, de reportajes (de esos que quieren ser bien profundos y originales) sobre las favelas, de alguna canción que repitiera decenas de veces palabras como “Río” o “amistad” y de entrevistas con esperanzas olímpicas mexicanas. Pero no, ahora no estamos así.

Aunque sí hay algunos de estos contenidos en los medios mexicanos, lo cierto es que la cantidad no se acerca mínimamente a lo que vimos en los Juegos Olímpicos de Londres o de Beijing, por lo que el entusiasmo de los aficionados mexicanos a los deportes tampoco se ha dejado sentir demasiado.

Además de las pocas (u, ojo, nulas) esperanzas que debemos tener los mexicanos de que alguno de nuestros atletas gane una medalla, esto se debe a que las grandes televisoras (esas que dicen que ya nadie ve) ahora no reservaron un canal de TV abierta y cobertura nacional para transmitir los juegos durante 12 horas continuas, ni tienen programados espacios nocturnos diarios para resúmenes, además de que ni Facundo ni “el Vítor” andan por tierras brasileñas produciendo sketches.

El bajo entusiasmo también se debe al ambiente gris con el que Brasil recibe los Juegos Olímpicos, ya que esa nación se encuentra en medio de una fuerte crisis económica y política que, inclusive, en algunos momentos ha puesto en riesgo la realización del evento.

Sin embargo, la transmisión de estos Juegos Olímpicos de Río de Janeiro traerá importantes novedades tecnológicas que cambiarán por completo la manera de ver eventos en vivo, ya que, por primera vez (bueno, en Londres ya hubo algunos intentos), la audiencia será quien decida qué ver y en dónde, sin sujetarse necesariamente a la selección de un programador en particular.

Y esto no sólo se debe a las posibilidades que brindarán plataformas como Claro Video, en donde cada usuario elegirá la prueba y la versión que quiera ver, sino también porque estará cubierto por todo un ecosistema conformado por redes sociales, portales de internet, aplicaciones para smartphones, televisión, radio y lo que se sume.

En 2016, Televisa y TV Azteca no transmitirán los juegos de Río porque ahora los tuvieron que negociar con una de las empresas de Carlos Slim, quien obtuvo los derechos de transmisión hace años y que ahora no está muy feliz con los dueños de esas televisoras, entre otras causas.

También es cierto que esas empresas de televisión se la pensaron más antes de desembolsar el alto costo de los derechos de transmisión debido a que enfrentan una crisis de anunciantes que los está llevando a replantear su negocio, y resulta que, hace cuatro años, los ratings de los Juegos Olímpicos fueron más bien malos y tenían que levantarlos mediante programas nocturnos muchas secciones de chistes homofóbicos y racistas, muchas bellas mujeres y pocos, muy pocos, deportes.

Pero hoy, los que quieran ver los Juegos Olímpicos tendrán (tendremos) más opciones, como diversas experiencias en internet y aplicaciones móviles de Claro Sports, las apps oficiales del evento que brindarán toda la información de horarios y resultados, canales deportivos de cable (Fox Sports y ESPN), canales culturales de TV abierta y con cobertura nacional que durante dos semanas se convertirán en canales deportivos, radio a través de Grupo Fórmula y lo que se acumule.

Y eso es solamente lo que se refiere a los medios “tradicionales”, porque faltan las importantísimas redes sociales, por lo que Facebook, Instagram, YouTube y Twitter ya tienen preparadas experiencias especiales para los usuarios y hasta contrataron personal en todo el mundo para poder darse abasto.

Nunca antes en la historia, un evento deportivo (ni de cualquier otro tipo) había sido cubierto por tantos medios y tantas personas, nunca antes se habían podido ver tantas cosas al mismo tiempo y a través de tantas plataformas, y nunca antes internet había jugado un papel tan importante en la difusión de un acontecimiento de este tipo.

Estamos por presenciar el mayor evento mediático y tecnológico de la historia… pero parece que ni Brasil, ni México, ni la humanidad entera llegaron en un momento muy feliz para disfrutarlo como se debe.

A ver qué tal sale. Y si no, tendremos que esperar otros cuatro años, porque el Mundial de Rusia se llevará a cabo en situaciones iguales o, lo más probable, peores. Así de simple.

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