Hoy se escucha extraño, pero hace 30 años no había teléfonos celulares, por lo que si salías de casa por la mañana y regresabas por la noche, podía ser que nadie supiera nada de ti durante horas y tenía que espera a que volvieras para darte algún recado.

Si estabas en la calle y querías hablar por teléfono, debías hacer fila en un teléfono público, si es que servía, y depositar un peso (antes costaban 20 centavos, pero la crisis ya había provocado que desaparecieran las monedas de baja denominación) para llamar tres minutos.

En 1985 no había internet, por lo que si querías buscar alguna dirección debías revisar la Sección Amarilla y verificar cómo llegar consultando la Guía Roji; pero si querías investigar alguna fecha o conocer la foto de alguien, debías ir a la hemeroteca o la biblioteca para consultar un periódico o libro para salir de dudas.

Las listas de contactos eran pequeñas libretas de papel en donde anotabas el nombre y el teléfono de tus conocidos, y si lo necesitabas, hasta podías anotar también su dirección.

En ese año, la televisión abierta en el DF sólo contba con siete canales (más uno en UHF) y la radio sólo tenía transmisión en vivo en la banda de AM, ya que en FM solía limitarse a canciones y comerciales, aunque proyectos como WFM (que tenía unos días al aire) y Rock 101 empezaban a cambiar esos formatos tan acartonados.

Las baterías recargables no eran tan populares, por lo que en casa era necesario tener una buena dotación de pilas AA (todavía no se usaban las AAA), B, C, D y las “cuadraditas” para lo que se ofreciera, además de que un radio “de transistores” (los portátiles) siempre resultaba útil para algún apagón.

Las cámaras fotográficas usaban película, cada una con capacidad para tomar 12, 24 o 36 fotos, las cuales sólo podían verse después de llevarlas a un negocio de revelado e impresión, donde tardaban hasta una semana en entregártelas.

Las videocaseteras empezaban a ser un dispositivo común en muchos hogares, y en México el formato más popular era el Betamax, contrario a lo que sucedía en el resto del mundo, donde el VHS se imponía (cuentan que el “beta” invadió a México proveniente de Estados Unidos, debido a que allá nadie quiso esos grandes cargamentos de miles de aparatos que llegaron directo de Japón y que cruzaron la frontera sur del país de las hamburguesas como fayuca).

Tampoco eran comunes las cámaras de video debido a su precio y a lo difícil que resultaba conseguirlas porque en aquellos años el mercado nacional mantenía cerradas las importaciones de productos extranjeros y se habían vivido por lo menos tres años de severas crisis económicas en México, con devaluaciones que duplicaban los precios de las cosas en unos cuantos meses (hasta había ocasiones en que un producto podía subir de precio varias veces al día).

En ese contexto, a las 7:19 del 19 de septiembre de 1985, se registró un sismo de 8.1 grados en la Ciudad de México, el cual duró alrededor de 100 segundos, dejando una ola de destrucción en importantes zonas, como el Centro Histórico y colonias como la Roma y la Condesa (en esas colonias, hoy muy populares, pocos querían vivir después de esos días, por lo que, hasta antes del año 2000, podían encontrarse rentas baratas y nada de saturación en sus calles).

El terremoto destruyó parte importante de la infraestructura de telecomunicaciones de la Ciudad de México, empezando por el medio de información más importante de aquellos días: la televisión.

La transmisión de Televisa, que tenía cuatro de los siete canales disponibles en el Valle de México (2, 4, 5 y 8), se perdió durante un par de horas debido a que sufrió graves daños en sus instalaciones de Chapultepec, desde donde emitía su señal a todo el País a través de cuatro antenas, una de las cuales, por cierto, se destruyó durante el sismo. Varias estaciones de radio también salieron del aire, como las de la cadena Radio Fórmula, debido a que el edificio en el que se encontraban también se derrumbó.

Tres meses antes, se había puesto en órbita el primer satélite mexicano, el Morelos I, pero las comunicaciones satelitales también estuvieron interrumpidas durante varias horas debido a que parte de la infraestructura en tierra se dañó, como la que se encontraba en el edificio de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, en Eje Cetral y Xola (todavía está ahí después de que fue reconstruido), el cual se derrumbó parcialmente.

Otro punto neurálgico para las telecomunicaciones que resultó dañado fue el Centro Telefónico San Juan, el cual se localiza en la esquina de Ernesto Pugibe y Buen Tono, en el Centro Histórico (para identificarlo, basta con ver su torre circular de 112 metros que en la parte más alta tiene instaladas decenas de antenas y forma parte el paisaje de esa zona del DF), dejando a la Ciudad de México sin comunicaciones telefónicas de larga distancia. Por eso, durante varias horas, nadie pudo llamar desde los estados o el extranjero hacia la capital.

La energía eléctrica en varias zonas de la Ciudad se interrumpió hasta varios días, por lo que el único dispositivo con el que gran parte de la población se podían enterar de lo que estaba pasando era, precisamente, el radio de transistores.

Fue la radio la que tomó la batuta para informar de la destrucción que vivía la Ciudad de México (mucho más pequeña de lo que es ahora) y hasta sirvió para coordinar labores de salvamento y recopilación de víveres para las familias damnificadas.

Como ya dijimos, no existía la telefonía celular, por lo que reportar desde la calle también era difícil para los periodistas de radio, además de que las líneas telefónicas locales también habían sufrido daños.

Fue entonces cuando el titular del noticiario televisivo más importante de ese entonces, Jacobo Zabludovsky, tomó su auto equipado con un moderno radioteléfono único en México y reportó en vivo durante tres horas lo que estaba viviendo la Ciudad de México. Era el único reportero en la calle con esa tecnología, mediante la que transmitió en directo a la XEW esa ya legendaria crónica que empezó en el Bosque de Chapultepec y terminó en las instalaciones de Televisa.

Otra alternativa que surgió para los que necesitaban comunicarse al extranjero o los estados fueron los radio operadores y hasta los telegrafistas, que aprovechaban las antenas caseras para contactarse al exterior; también las estaciones de radio recibían los mensajes de las personas que se acercaban a sus instalaciones para emitir mensajes como “la familia X reporta a sus familiares de Córdoba, Veracruz, que todos se encuentran bien” o “la familia Y anuncia a sus parientes de León Guanajuato que la tía X falleció en el edificio Nuevo León”.

La normalidad tardó varios días en restablecerse, durante al menos 12 horas la Ciudad de México quedó incomunicada, pero fue en un mundo donde nadie sabía nada de ti cuando salías de casa. ¿te imaginas lo angustiante que sería que hoy pasara algo similar?

Aunque los adelantos tecnológicos de hoy harían difícil que la ciudad se quede incomunicada, valdría la pena pensar en lo que haríamos en un caso de emergencia como ese del 19 de septiembre de 1985, cuando vivimos una tragedia sin precedentes en la Ciudad de México y todavía no nos causaban angustia los largos periodos de silencio, como cuando esperas que alguien conteste tu Whatsapp. Mantener la batería del celular cargada y tener un kit de emergencia en casa no son ideas descabelladas… al final, los que vivimos en el DF sabemos que siempre corremos ese riesgo.

Así de simple.