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De las peticiones de firmas

Los países, todos, tienen sus propias políticas. En algunos de ellos son de rajatabla y quien se sale de las normas consideradas puede sufrir serios...

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Los países, todos, tienen sus propias políticas. En algunos de ellos son de rajatabla y quien se sale de las normas consideradas puede sufrir serios problemas. Vamos, si ponemos el peor de los ejemplos, en Corea del Norte, el dictador de ese país puede mandar matar a su Secretario de la Defensa si se queda dormido en un acto público. En otros países, las reglas no son tan salvajes y la gente busca de alguna manera protestar ante lo que le causa alguna dificultad en su cotidiano vivir. En Estados Unidos vemos, por ejemplo, que los que protestan por algo salen a la calle con sus pancartas y cartulinas, y giran alrededor del edificio donde se encuentran los funcionarios que han dictado una norma que les afecta. Jamás se les ve bloqueando las calles o causando problemas de tránsito.

En México las cosas son diferentes: como los funcionarios públicos hacen normas muchas veces injustas, tomadas desde las rodillas, sin el más mínimo análisis, la gente sale a la calle a protestar. Como no le hacen caso, entonces deciden tomar calles y avenidas. Y entonces un grupo de unas 30 o 50 personas son capaces de bloquear por horas una vía rápida o de alta concentración de automóviles, con la consecuente molestia y pérdida de tiempo para los capitalinos, porque esto afecta muchas veces otras zonas de la capital, por ejemplo.

Pero hay alternativas en Internet: las redes sociales, en donde una serie de revolucionarios e inconformes se quejan amargamente de algún tópico. Todos ellos son perfectos que jamás cometen ningún error, son ciudadanos maravillosos que saben todo lo que hay que hacer en este país y entonces, a través de Twitter y Facebook deciden “tomar acción” y protestan por las cosas que pasan en nuestro país y que son cada vez menos tolerables. Son estos personajes de sillón los que creen que con poner “megusta” o hacer una denuncia por Twitter o Facebook están haciendo algo.

Pero más allá de esto, muchos apelan al sitio Change.org, donde estos ejemplares ciudadanos proponen iniciativas para ser firmadas por otros para que, de alguna manera, se haga presión sobre los funcionarios y gobernantes y se limiten las normas o leyes que nos afectan y que quizás con firmas acumuladas de internautas puedan tener un resultado final favorable a sus causas.

Pero… ¿funciona esto? La realidad es que para entender el asunto, habría que entrar a change.org y ver qué clase de propuestas hay y cuáles han sido resueltas favorablemente para los quejosos. Por ejemplo, hay una iniciativa: “Castiguen al “Piojo” Herrera por promocionar al Partido Verde”, que busca 50 mil firmas y que ya tiene 37,996 participantes. Otra: “Que Cinépolis baje precios en alimentos y bebidas”, que busca 150 mil firmas y tiene 99,346 participantes. La verdad es que estas iniciativas suenan lamentables, pero en fin. Veamos otras: “#CarmenSeQueda. A que juntamos 100 mil firmas #EnDefensaDeAristegui”, que busca 300,000 firmas y tiene 225,997 participantes. Pero ojo, no se quedará Aristegui en MVS Radio porque al ser una empresa privada, no tienen que restituirla en su puesto. Le tendrán que pagar su liquidación si bien le va, pero Aristegui no regresa a MVS. Los Vargas no la quieren. Así, es una iniciativa que puede ser muy loable, pero que choca ante algo muy simple: un empleador puede decidir quién trabaja en su empresa y quién no. Ninguna ley le puede obligar a tener a un elemento que no quiera.

Hay peticiones ridículas, como “¡Cursos de Derechos Humanos y Teoría de Género para el Instituto Cumbres y su última generación!”, la cual se dio a partir del video que hicieron unos estudiantes de dicha institución escolar. Hay 21,586 participantes y se busca que sean 25,000. Una más: “Consorcio Unicode: Incluyan emojis gay / Include gay emojis”. Ya no la pienso comentar. Francamente me parecen peticiones absurdas en el mejor de los casos.

Yo creí siempre que change.org era un sitio que buscaba algo más sustancial e importante para beneficiar a las sociedades. Pero no, es un cúmulo de peticiones por demás ingenuas que no llevan a ningún lado porque por ejemplo, imaginemos que se juntan las firmas para que el ‘Piojo’ sea castigado… ¿y será castigado? ¿La presión de las firmas hará algo? No. No pasará nada.

Pero veamos, por ejemplo, las iniciativas que llegaron a buen fin y que por las firmas de los internautas, la presión fue tal que se logró un cambio: “Eliminen los estados de “Me siento gorda” y “Me siento fea””(de Facebook). ¡Victoria confirmada! dice el sitio en cuestión. Es decir, ¿para eso sirve change.org? Yo esperaría que influyera en asuntos de verdadera importancia. No si el costo de las golosinas en Cinépolis es exagerado, porque finalmente, así es el mercado libre. ¿No te gustan los precios que ponen? No vayas al cine. No hay iniciativa a base de firmas que vaya a cambiar esto, por favor.

Todo esto es parte probablemente de esta idea de que podemos incidir en las decisiones que se toman en nuestras comunidades, pero la realidad es que los gobiernos no toman decisiones a partir de peticiones con apoyo de firmas. Es una manera de que los comodinos revolucionarios de sillón desde sus casas, sientan que hacen algo, porque francamente, no tengo otra explicación.

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