El COVID-19 o, mejor conocido como coronavirus, ha tenido impacto en todo el mundo. Más de 160 mil personas han sido víctimas de la enfermedad y 6 mil de ellas han sido mortales.

Mientras que el coronavirus se expande rápidamente y causa alarma en más de 50 países, el brote ha tenido una consecuencia inesperada para el medio ambiente: una notable reducción en la contaminación.

La emergencia médica ha propiciado la reducción en las emisiones de gases contaminantes y de los que contribuyen al cambio climático.

¿A qué se podría deber eso? En primera instancia, eventos de talla internacional han tenido que cancelar sus operaciones para evitar la propagación del virus.

China, país en el que se originó la enfermedad, registró los primeros casos de COVID-19 a finales de diciembre de 2019, así que impuso el cierre de fábricas y comercios, junto a las restricciones de viaje para hacer frente a la epidemia desde enero.

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Esto quiere decir que la reducción de la actividad industrial y el transporte con vehículos de combustión, está dejando efectos secundarios relativamente positivos para el medio ambiente.

Imágenes difundidas por la Agencia Espacial Europea muestran una disminución significativa de la concentración de contaminantes como el dióxido de nitrógeno.

En Italia, por ejemplo, la contaminación del aire ha caído drásticamente después de que el coronavirus obligara al país a suspender sus actividades. Así es como luce la caída de los agentes tóxicos en el ambiente:

El video timelapse, obtenido gracias al instrumento Tropomi, a bordo del satélite Copernicus Sentinel-5P, muestra las emisiones de dióxido de nitrógeno y otros contaminantes desde el 1 de enero de 2020, hasta el 11 de marzo de 2020.

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