El Apolo 11 fue una misión espacial tripulada de Estados Unidos y su objetivo fue lograr que un ser humano caminara en la superficie de la Luna.

Neil Amstrong, de 38 años de edad (en 1969), fue el primer hombre en dejar su huella plasmada en la Luna hace 50 años, pero también fue uno de los primeros en contaminar con heces fecales junto con las demás misiones de Apolo.

De acuerdo con un informe de la NASA en las décadas de los 60 y 70, los ingenieros se concentraron tanto en trabajar para que el hombre pudiera poner los pies en el satélite natural que nunca emplearon esfuerzos en otras comodidades como el simple hecho de contar con un inodoro dentro de la nave, así que se quedaron 96 bolsas de desechos humanos dejados por las seis misiones que se llevaron a cabo ahí.

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«La defecación y la micción han sido aspectos molestos del espacio desde el comienzo de los vuelos espaciales tripulados«, indica el comunicado de la NASA.

En las bolsas quedaron pañales mezclados con vómito, orines y comida y ahí han estado durante décadas y nadie sabe qué fue lo que pasó con todos esos desechos.

Para los astronautas era muy complicado hacer sus necesidades, así que recurrían a bolsas para orinar. Tomando en cuenta que todos los tripulantes eran hombres, se empleaba algo similar a un condón que se conectaba a otra bolsa a través de una manguera pequeña.

Ahora, la misión de la NASA es regresar para ver qué fue lo que sucedió con todas esas bolsas para verificar si el 50% de la masa de los desechos conformada por bacterias aún sigue con vida en una atmósfera diferente a la de la Tierra.

Hay poca probabilidad de que las bolsas abandonadas hayan sobrevivido, pero los microbios no necesitan tener tanta protección como para seguir con vida.

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En lugar de descubrir algo más, la NASA quiere recuperar desechos y seguro sale algo interesante de eso.

¿Seguirán con vida las bacterias?