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La fama instantánea y efímera

Internet se ha polarizado a las redes sociales. Todo el mundo está en Facebook y/o Twitter. Se dirimen puntos de vista en batallas campales de...

medallas00Internet se ha polarizado a las redes sociales. Todo el mundo está en Facebook y/o Twitter. Se dirimen puntos de vista en batallas campales de comentarios, muchas veces incluso demasiado agresivos, groseros y vulgares. Mucho de esto se basa en el relativo anonimato que da la red. Pero amén de esto, las redes sociales de pronto se han convertido en hacedores de fama instantánea. Podemos ver, por ejemplo, a un niño que toca la batería y sin importar si lo hace bien o mal, surgen una infinidad de comentarios sobre el nuevo prodigio que vemos en un video sacado con el celular.

Y esta fama rebasa las fronteras, porque mucha veces el video sale de YouTube y se populariza al grado tal, que el artista o personaje en cuestión, se vuelve la sensación del momento (recordemos a Gangnam style, por ejemplo, con 2 mil millones d vistas de su video). Localmente se observa también este fenómeno. Tenemos ahora un catálogo interminable de jóvenes (y no tan jóvenes), que se ponen frente a su camarita de video y hacen un sketch dizque cómico, o platican de las cotidianidades, muchas veces actuándolas. Así tenemos a Werevertumorro, Soy Germán, Yuya, Yostop y una infinidad de personas que quieren vivir como comediantes. Tienen millones de visitas y de verdad, en muchos casos son lamentables en sus contenidos pero claro, muchos chavos y chavas los han tomado como modelos a seguir, les parecen simpáticos y bueno, lo que el público pida, ¿no?

Y en otro ámbito sabemos de nuevo, por las redes sociales (en el ámbito local), que en México ahora tenemos una generación de jóvenes ajedrecistas todos sensacionales. Y aparecen recibiendo premios, medallas, trofeos, computadoras, etcétera. Y sí, es bueno motivar a los niños y jóvenes en el ajedrez, pero tampoco se vale andar poniendo por las nubes a jugadores que de verdad, les falta mucho para dar el ancho. Porque miren, de pronto aparece un niño de 10 años que ganó un torneo X o fue primer lugar en la Olimpiada Nacional de Ajedrez. Y resulta después que ese mismo niño va a competir a eventos internacionales, que no son otra cosa que festivales infantiles y juveniles. Y oh sorpresa, nuestra naciente estrella choca contra la realidad: Niños de su edad no juegan como él, 1700 puntos de rating, sino que tienen ya al menos 2100 puntos Elo. Y entonces no hay competencia posible y frustra al ensalzado niño, porque no puede entender que él, siendo tan buen jugador en México, esté jugando en las últimas mesas, luchando por no quedar último en el torneo o festival internacional.

Un buen amigo me comenta que su hija hace gimnasia olímpica y en la escuela donde está, en sus primeras competencias, daban medallas hasta el lugar 10, para que no se entristezcan los niños. Mala idea, porque finalmente el deporte ayuda a formar el carácter. Dar medallas a todos para que no se sientan defraudados no es la mejor lección que se puede dar a niños o jóvenes. Y desde luego, no faltarán las fotos subidas a Facebook de estos niños con sendas medallas que en el fondo valen muy poco, pero que les dan, repito, fama instantánea. A todo esto, mi amigo nunca ha puesto este tipo de imágenes en su muro.

Yo diría pues que habría que hacer un alto y sopesar contra la realidad las cosas. Un niño de diez años que gana la Olimpiada Nacional de ajedrez, por ejemplo, debería -antes de ser enviado como carne de cañón a un torneo al extranjero- la posibilidad de poder trabajar con entrenadores o al menos, que tenga una guía de ellos. Y lo que se gastan muchos padres en mandar a sus hijos a esos torneos frustrantes, bien podrían invertirlo contratando a un fuerte jugador que ayudara a guiar los pasos de esta promesa local. Una niña que está empezando en la gimnasia olímpica debe entender que se requiere de mucho más trabajo para acceder a las medallas. Hay que buscar a motivación de estos chicos, pero no con engaños ni con fotos de premiaciones en donde fuera de contexto, se ve que la niña ganó una medalla… (como otras 9, pero eso no importa).

Y no se me malinterprete. No es que no me guste que los niños salgan al extranjero a jugar ajedrez, o que se estimule a una gimnasta naciente con algún premio, sino que en términos reales no es una buena idea porque no están preparados, porque otros niños de otros países, con las mismas edades que los nuestros, ya juegan a un nivel muy superior. El fogueo es importante pero no hay tal cuando la diferencia de fuerzas es insalvable. No sirve y sólo causa frustración. Y solamente en términos comparativos y para ilustrar el asunto, a las Olimpiadas de verano mundiales (los juegos olímpicos que vemos en la televisión), los atletas que van por México se tienen que ganar su lugar. Pueden ser el mejor en su especialidad en nuestro país, pero si no logran la marca mínima pedida para esa prueba por el COI simplemente no van, aunque sean lo mejor que tenemos aquí.

Por eso hay que ser más cuidadosos con estas expresiones de júbilo, en donde se ponen fotos en las redes sociales de los éxitos de un atleta primerizo, o bien, videos de alguien que sí, toca para su edad un instrumento de manera razonablemente buena, pero que finalmente, de ahí a convertirse en un prodigio que hay que apoyar y seguir, pues como que todavía falta mucho camino por andar.

Hoy, gracias a las redes sociales todos podemos de pronto tener fama instantánea… y efímera, que se acaba al primer descalabro del ajedrecista ensalzado, o al intérprete novato que de pronto crece, se hace adulto y entonces deja de ser simpático y entonces regresa a ser alguien más, y no un prodigio inventado por la inmediatez de Facebook.

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