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La desgracia de poder publicar para el mundo

Internet es sin duda uno de los grandes logros de los últimos treinta años. La red de redes nos ha permitido saber mucho más de...

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Internet es sin duda uno de los grandes logros de los últimos treinta años. La red de redes nos ha permitido saber mucho más de todo. La información —literalmente— está en la yema de los dedos. Gracias a los buscadores y a que muchos millones de personas han alimentado la web, se tiene información de casi cualquier tema. Es tal la cantidad de información que podemos consultar en Internet que tenemos que ser selectivos.

Por otra parte, tenemos las redes sociales, que en mi opinión no hacen mucho en términos reales pero hacen ruido. Son esos revolucionarios de sillón que quieren arreglar el mundo dando “Me gusta” o retuiteando cualquier publicación interesante para ellos. Pero el hecho real es que no se movilizan. Son todopoderosos desde el teclado y así como le aplauden a alguien, denostan a otro nada más porque se les antoja.

Umberto Eco ya dijo que la desgracia de Internet es que se les ha dotado de voz a una legión de imbéciles, y creo que en muchos casos no le falta razón: hoy, por ejemplo, leo que supuestamente llegó a México un grupo de médicos británicos con la intención de operar gratuitamente a niños con labio leporino. Tienen 71 niños ya inscritos pero requieren 135 sino no operan a nadie. ¿Y eso por qué? Me preguntaba. Pues bien, ya alguien me dijo que es una noticia falsa.

Pero no es la única: ¿Cuántas veces hemos visto campañas de dar “Me gusta” porque Facebook donará por cada clic un centavo a un niño que está muriendo de cáncer. Por supuesto ya a estas alturas nadie cree en eso, pero de pronto se rehace la nota y se le da un giro. No faltará quien la re-publique “sólo por si acaso”, sin investigar nada, nada más porque está en su honorable derecho de publicar lo que se le antoje.

Hoy de nuevo, en otro ejemplo, me llegó la carta de una señora que quiere donarme 9.8 millones de dólares. Cuenta una larga historia que no leí y termina con un “Dios te bendiga”. Ya sabemos que esas cartas son falsas.

¿Por qué me mandaría alguien que ni me conoce una misiva diciéndome que tiene millones de dólares para donármelos? Si yo tuviese esa cantidad y estuviese en ese caso fatal de que me voy a morir de cáncer terminal, ¿haría una carta y se la mandaría a una dirección de correo de alguien que ni conozco? ¿Por qué sigue funcionando ese fraude? (si no fuese así ya habría desaparecido).

La razón me parece evidente: cuando hay mucho dinero, la gente pierde su capacidad de pensar y entra la avaricia, el hacerse de algo a cambio de nada, etcétera. Porque seamos, francos, esas cartas en donde regalan a manos llenas millones de dólares no pueden ser ciertas.

Y si regresamos a las redes sociales, he visto fotos de unos chavos bocabajo, sin ropa, con personal armado que los está vigilando. Y entonces el pie de foto dice algo como esto: “Una foto de los 43 estudiantes de Ayotzinapa antes de que los mataran. Circúlenla porque la quieren censurar”.

Pues bien, una investigación por Internet te mostrará que esa foto es de una institución correccional de un estado del país y que no tiene nada que ver con los 43 desaparecidos. Pero la cosa es que con el argumento de que quieren censurar dicha publicación, no falta quien la copie o replique en su muro “por no dejar”, aunque no investigue nada.

Otra más es el video de un supuesto “ángel”, el cual es filmado por una cámara de seguridad que está puesta en un crucero. De pronto viene un camión que va a atropellar a alguien y algo pasa, aparece un brillo y de repente el que iba a ser atropellado está a salvo y un personaje habla con él, quién sabe que le dice y se va, como si fuese un héroe anónimo.

Para hacer el video más realista, se presenta éste con su código de tiempo, como si de verdad se tratara de una grabación en una calle. Pero si se investiga un poquito, rápidamente se sabrá la verdad: no hay tal ángel. Es el anuncio de una serie de TV oriental.

Y si vamos al correo electrónico, diario recibo spam con mensajes de gente que me dice que me manda un archivo adjunto que le pedí. Ni les pedí nada y el adjunto es un virus, un troyano, las dos cosas inclusive. En serio, ¿en qué está pensando la gente?

Me remitiré al pasado: antes, publicar en un medio significaba pasar un un catálogo de personas que veían si lo publicable valía la pena. Si era una noticia espectacular, se tenían que dar las fuentes, es decir, había que hacer una investigación mínimamente seria porque en el publicar estaba en juego un poco la seriedad de quien publicaba.

Pero ya esos tiempos pasaron y ahora, lamentablemente, hay que lidiar con mucha información valiosa, escondida muchas veces en información que es poco confiable, que busca ver si te sacan dinero o alguna clase de ventaja.

Y como en Internet podemos ser relativamente anónimos, entonces somos capaces de muchas cosas que en la vida normal no haríamos. La vida virtual da para eso y más, pero para mí, es una desgracia que seamos tan poco inteligentes y de verdad abusemos de estos servicios que antes fueron un sueño para pasadas generaciones.

Así las cosas.

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