En los tiempos de las computadoras de 8 bits, de 1 Mhz de velocidad como la Commodore 64 y la Apple II, al inicio de las mismas, no había unidades de discos flexibles. Todo se guardaba en cintas, sí, en las de cassettes de música, a las cuales se les podía incorporar cualquier grabadora y era una manera lenta, pero al menos una forma, de guardar y recuperar información de medios externos. Con la llegada de las unidades de discos de 5.25, las cintas dejaron de ser importantes y quedaron pronto obsoletas, como quedaron los discos de 5.25 al salir los de 3.5 pulgadas, por ejemplo.

Y uno pensaría que hay tecnologías que nunca podrían regresar, pero he aquí que en el Gran Colisionador de Hadrones, LHC por sus siglas en inglés, se tienen que guardar entre 3 y 6 gigabytes de datos por segundo. Esto es, hay que admitirlo, un ejemplo extremo. Pero como sea, la cantidad de información que se genera en el CERN es gigantesca en serio Ésta se duplica cada dos años, por ejemplo. Y estos datos deben guardarse de alguna manera. Una solución que parece ser la más económica es la de la cinta magnética.

La cinta magnética se puso por primera vez en una máquina UNIVAC, en 1951. Pero aunque la venta de cintas ha caído desde el 2008, pareciera que esto podría revertirse. De hecho, las ventas han crecido un 1% y se espera que el año que viene crezcan hasta un 3% más.

Alberto Pace, responsable de la información y almacenamiento en el CERN, dice que la cinta tiene 4 veces más ventajas sobre los discos duros para la preservación de datos a largo plazo. Lo primero es la velocidad. Aunque toma a un robot llegar a la cinta que se desea unos 40 segundos, una vez que se pone y se carga, extraer la ionformación es cuatro veces más rápida que leerla de un disco duro. La segunda ventaja es la fiabilidad. Cuando una cinta se dobla, se puede poner de nuevo en su lugar. Es rara la pérdida de más de dos megabytes, una bagatela en los círculos de información y tecnología. En cambio, cuando falla un disco de un terabyte, todos los datos podrían perderse. La consecuencia en el CERN, específicamente, es que se pierden 200 megabytes por año, de su colección de 100 petabytes de cintas. De los 50 petabytes de datos en el disco duro, se pierden un par de doscientos terabytes en el mismo período.

El tercer beneficio de las cintas es que no necesitan energía para preservar los datos. Detener un disco en su rotación crea un proceso que incrementa la posibilidad de falla. El cuarto beneficio es seguridad. Si un hacker se mete a las máquinas del CERN, podría borrar en mnutos 50 petabytes Borrar esa misma información podría llevar años.

Por su parte hay otros dos beneficios, como dice Evangelus Eleftheriou, de IBM en Zurich: “es más barato que los discos. Un gigabyte de almacenamiento cuesta 10 centavos de dólar, contra 4 centavos de dólar por el mismo espacio en cinta, y además dura más tiempo. Las cintas pueden ser fíables hasta después de 30 años, contra 5 años de fíabilidad de un disco duro”.

Las cintas no serán la solución final al almacenamiento de datos, dice Eleftheriou, pero es una parte crucial de la jerarquía del almacenamiento, pues es claro que mucha información se necesita tenerla accesible de inmediato, y esto lo pueden hacer las memorias flash, por ejemplo. Para la información que no se requiere con esa inmediatez están los discos duros. Y para el almacenamiento de largo plazo, pues las cintas son la mejor solución. En un estudio de la Universidad de California, Santa Cruz, se halló que el 90% de la información se vuelve candidata para guardarse en cintas después de 2 meses apenas.

Aún así, aunque las cintas actuales pueden guardar hasta 6 terabytes de datos comprimidos, se requiere de mayor densidad. En el 2010 el Dr. Eleftheriou y su equipo, en colaboración con Fujifilm, demostró una cinta que puede guardar 29.5 gigabits por pulgada cuadrada. Un km de cinta significaría unos 35 terabytes en un solo cartucho. Ahora está en la búsqueda de 100 gigabits por pulgada cuadrada (con la maquinaria necesaria para poderla leer). Si tiene éxito, podría guardar en una cinta de un kilómetro de largo más de 100 terabytes. El académico piensa que podrá tener un prototipo listo para el año que viene.

Referencias:

The Economist