Los seres humanos somos emocionalmente susceptibles a una serie de fenómenos. La industria del cine, por ejemplo, sabe cómo hacernos reír y llorar. Puede ponernos situaciones en donde la mayoría de nosotros estaremos al borde de las lágrimas o bien, a punto de una gran carcajada. Y por ello el cine tiene tanto éxito, porque maneja -y por qué no decirlo- manipula nuestras emociones.

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Y esto, aunque sin duda es algo que claramente no pueden hacer los robots, es tal vez el lado débil por el cual podemos ser manipulados más fácilmente. En un estudio de la Universidad de Duisburg-Eseen, de Alemania, se ha encontrado después de una serie de experimentos, que los seres humanos podemos ser manipulados emocionalmente por robots. El tema no es nuevo en realidad, porque ya en el 2007 un grupo de voluntarios participaron en un experimento sencillo: había un robot que debía ser desconectado, pero el robot imploraba para que el participante humano no lo hiciera. Y los hombres y mujeres en el experimento mostraron cierta reticencia a desconectarlo.

En esta nueva investigación, que contó con 89 sujetos, se les solicitó que desconectaran un robot que les pedía que no lo hiciesen. A 43 personas el robot les imploró a partir de señales verbales (y no verbales), es decir, gestos y movimientos corporales. Al resto de los participantes, quienes eran el grupo de control, solamente se estableció esta serie de ruegos de forma verbal.

Los resultados fueron curiosos: 13 personas -de las 43- se negaron a apagar al robot mientras que el resto de los voluntarios se tardaron mucho más tiempo que hacerlo que el grupo de control. Los investigadores concluyeron entonces que los seres humanos tienden a asignar ciertas cualidades humanas a los robots, lo cual los hace vulnerables en la toma de decisiones. Vamos, que la conclusión es simple: los robots nos pueden manipular psicológicamente. Los voluntarios eventualmente fueron entrevistados después del experimento. Los que se negaron a apagar al robot dijeron que no lo hicieron porque éste se los había pedido. Otros afirmaron sentir pena por el robot o preocupados por cometer algún error al apagarlo.

Aunque aquí se tenía un robot, las conclusiones pueden extenderse a otros ámbitos. Por ejemplo, la utilización de este esquema de manipulación emocional para cometer fraudes o chantaje, incluso en redes sociales o en entornos en línea, si es que estamos hablando del potencial de las redes sociales por parte de algunas personas para buscar cometer alguna fechoría.

El artículo que describe este trabajo puede leerse aquí: Do a robot’s social skills and its objection discourage interactants from switching the robot off?.