Hace años, cuando alguien robaba una tarjeta de crédito o débito, solía exprimir hasta el último centavo posible. Recuerdo las anécdotas de “firmaron una tele, dos viajes y varios muebles”.

La idea era saturar el límite de crédito, porque de cualquier forma en el momento en que el dueño se diera cuenta del robo del plástico o mal uso del número, “el rata” ya no podría seguir disfrutando de su atraco.

Alguna vez me pasó, con una tarjeta de puntos (que se convierten en dinero), nunca la había usado y de repente, “mágicamente” compré en dos supermercados a la vez, muy lejanos a mi domicilio y, como no pude dominar el arte de viajar en el tiempo y estar presente en dos lugares al mismo tiempo, al banco no le quedó de otra que reintegrarme el monto y asumir la pérdida.

Esa fue fácil, el rata que robó mi número (generalmente gente externa con -me imagino, sólo me imagino- alguien dentro del banco o institución financiera) lo hizo mal y por “goloso” firmó en dos lugares al mismo tiempo, eso pasa por compartir entre rata y rata la info.

Ahora los ratas roban datos de tarjetas de crédito para usarlos exclusivamente en línea. ¿Por qué? Pues digamos que la modernidad y que ahora pagamos muchas cosas que antes ni siquiera existían.

Netflix, Spotify, Prime y demás servicios son cargados de forma automática a nuestras “líneas de crédito” y como los montos son bajos, digamos que no representan una gran carga en el saldo mensual: sí, estoy generalizando y esto no aplica para toda la población, pero por lo menos sí para millones de mexicanos que son usuarios de estos servicios.

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Mártires, por favor omitir el comentario de “ah, es que tú eres fifí porque tienes esos tres servicios”. Si no los tienes o no puedes pagarlos con cargo a tu tarjeta, puede ser por tu edad (estás chavo) o porque no has trabajado lo suficiente. Salte de tu zona de confort y deja de quejarte.

En fin, regresando de mi sesión gratuita de sicoanálisis, resulta que hace unos meses me hicieron unos “micro cargos” unas macro ratas que obtuvieron mis datos de una tarjeta de crédito. No me había dado cuenta hasta que revisé minuciosamente, como todos los meses, el estado de cuenta.

Ahí estaban las condenadas líneas de 4 cargos por un servicio que nunca usé. El total era de más o menos 2,000 pesos ¡Dos mil pesos! No me iban a llevar a la banca rota, pero ¿a quién le gusta que le roben?

Me quejé con todo mundo. Con el banco, con la empresa de “transportación por aplicación” que supuestamente me ofreció el servicio… no tuve gran respuesta.

El banco me dijo que con todo gusto iniciaban una investigación, que no tendría que pagar nada. La empresa del servicio como que se quiso lavar las manos pero obviamente tienen algún problema de seguridad o filtración de información y, lo peor, es que tal vez no son ellos, sino el tercero que les ofrece la cobranza digital.

¿Qué pasó? Nada. La empresa de servicios me dijo que alguien seguramente tiene mis datos de TC y que eso es mi responsabilidad y que lo arregle con mi banco. ¿El banco que me dijo? Que desafortunadamente los cargos eran válidos pues la empresa que ofrece el servicio decía que estaban bien aplicados.

¿Qué dije yo? ¡Ya me atoraron! Pagué lo que me cargaron y le dije a la empresa en cuestión que por favor me borrara de forma permanente de su plataforma, misma que -por menso- un día descargué y registré mi TC para “conocerla”. Eso es todo lo que hice, bajé la app y registré los datos. Nunca usé el servicio.

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Pasó el tiempo y el asunto se desvaneció. Entiendo que me borraron de sus bases de datos y entonces comencé a leer sobre el bajo mundo del robo de datos de TC para hacer micro cargos. Micro robos.

Las micro ratas tienen (obtienen) datos válidos de tarjetas de crédito y en lugar de comprar televisiones, amueblar sus casas o salir de viaje, lo que hacen es micro cargos. Así, cada mes alguien les paga su Netflix, otro más la suscripción a Spotify y otro diferente sus viajes en servicios de transporte.

Todo hasta que los dueños de las tarjetas se dan cuenta y reportan. Entonces, el micro rata tiene la molestia de volver a registrar una tarjeta nueva… eso es todo. Siguen robando.

Me queda muy, pero muy claro que hay gato encerrado y no se trata del hacker solitario que roba info. Tiene que existir alguien del otro lado, llámese banco o servicio de cobranza digital, que extrae la información para revenderla. Porque en esta cadena de ratas inmundas, todos ganan.

Así es que, como les platicaba, el asunto original pasó al departamento del olvido. Hasta que, revisando otro estado de cuenta de otra tarjeta que nunca uso más que para gastos de viaje ¡aparece un nuevo cargo de la misma firma de servicios por un monto de unos 450 pesos!

Alguien más robó o extrajo mi información y la usó para pagar un servicio que, por supuesto, no obtuve. La empresa se hace al loco, me piden “código del viaje” o algo así, me imagino que como un procedimiento estándar, pero creo que no han entendido que no soy su cliente, no lo seré, alguien robó datos y me metieron un gol.

Me seguiré peleando, la empresa que me ofrece la tarjeta de servicios (esta no es de crédito) la verdad es que atienden muy bien. Me retiraron el cargo en un segundo y me van a mandar un nuevo “plástico”.

Todo bien, ¿hasta que alguna de las múltiples ratas digitales que abundan por ahí vuelva a usar mis datos? … además, posiblemente ni siquiera tengan el nombre de la víctima, no se necesita. Todo lo que hace falta son unos dígitos, una fecha y un poco de suerte para que el sistema “apruebe” la transacción, al fin que son montos bajos…

¿Ya revisaste tu estado de cuenta línea por línea? ¿No tienes ningún cargo raro de algún servicio digital? Felicidades. No te han caído las ratas. Todavía.