El 2 de marzo de 1969 se realizó el vuelo inaugural del Concorde, sobre el cielo de Toulouse, en Francia. El primer avión comercial supersónico hacía su debut y se pronosticaba que sería el inicio de una gran aventura de la aviación civil. Pocos días antes del vuelo inaugural, ya los periodistas advertían que el primer vuelo de prueba era inminente pues la idea del avión supersónico se había anunciado en diciembre de 1967 y poco más de dos años después parecía que se convertiría en realidad.

De hecho, cientos de periodistas y espectadores se reunieron cerca de la pista del aeropuerto de Toulouse, donde el prototipo 001 de la nave franco-británica había sido construido. Cuando el piloto de pruebas, André Turcat tomo los controles y el evento se transmitió en vivo por televisión, el majestuoso aparato volador tomó la pista poco después de las 3:30 pm. La nave tomó velocidad y remontó el vuelo linealmente, como una flecha. «¡Vuela! ¡El Concorde vuela finalmente!», exclamó el comentarista de la BBC, Raymond Baxter

La nave se convirtió en el símbolo del orgullo francés y británico. Ambos países habían reunido fuerzas desde 1962, con la intención de crear un avión que pudiese ir más rápido que el sonido (cuya velocidad es de 300 m/seg). En realidad, la nave podía ir a Mach 2, es decir, a más de dos veces la velocidad del sonido.

Curiosamente hubo discrepancias entre las dos empresas fabricantes, BAE (British Aircraft Corporation) y Sud-Aviation, un precursor de Airbus. Por ejemplo, empezando por el nombre, había quien decía que era Concord y otros que afirmaban que tenía que escribirse Concorde. El entonces M insitro de Tecnología de Gran Bretaña, Tony Benn, zanjó el problema diciendo que la «e»  era de «excelencia», «England», «Europa y «Entente cordiale». Una manera fina de sacarse de la manga una explicación sobre un tema que en realidad era intrascendente.

En el vuelo inicial, Turcat hizo un simple giro sobre el río Garonne a una velocidad reducida y con el tren de aterrizaje fuera. La meta en ese momento no era romper ningún récord, sino mostrar que el avión podía volar y regresar a tierra, como lo explicaría el piloto poco después del vuelo.

Cabe señalar que tres de los cuatro sistemas de aire acondicionado fallaron y la temperatura dentro de la nave iba en aumento. «Bajo nuestras ropas, pronto empezamos a sudar profusamente», dice Turcat en su libro «Concorde» (1977).

El aterrizaje del pájaro volador se convirtió en algo impresionante cuando se usó un paracaídas para aminorar su velocidad y detener más rápidamente la máquina de 112 toneladas. La gente irrumpió en un aplauso ante esta escena, a pesar de que todo el vuelo no duró más de 27 minutos.

Pero la prueba británica llegó semanas después. El 9 de abril, con Brian Trubshaw en la cabina, se hizo el vuelo inaugural del prototipo 002, construido en Gran Bretaña. Para el 1 de octubre de ese mismo año (1969), Turcat rompió la barrera del sonido por primera vez para una nave comercial (y del ámbito civil). «El piloto declaró al finalizar esta prueba que ese vuelo no era una conclusión, sino el inicio de su trabajo.

Tuvieron que pasar siete años y 5,500 horas de velos de prueba para que el Concorde fuese autorizado para entrar en servicio comercial, en 1976, con vuelos operados por Air France y British Airways. Pero el avión supersónico se convirtió en inviable comercialmente. Los altos costos de operación fueron un factor determinante y el accidente en el año 2000, en donde 113 personas murieron en uno de los últimos vuelos del Concorde, terminaron con el proyecto, que se concluyó oficialmente en el 2003. Finalmente, el Concorde sólo sirvió por 27 años.

Hay intenciones de revivir los vuelos supersónicos, pero hasta ahora no hay nada concreto, más que buenas intenciones. Vamos a ver si es que existe una nueva generación de aviones de esta naturaleza y de si se aprendió la lección del pasado. Todo puede suceder aún.