Hace un par de años me regalaron una cafetera Nespresso de cápsulas, no la quería, no la pedí, digamos que “me llegó”. Desde ese momento acudí por primera vez a la tienda de la firma en un centro comercial. Ahí “registré” mis datos como cliente, donde anotaron el modelo de la cafetera, etc.

He regresado a comprar algunas veces las dichosas cápsulas, que para no meterme en el controversial tema del café, son muy prácticas y con un buen sabor si tomas una taza al día o menos. Pero en fin, dentro de la caja venía un anuncio para que bajara la app en el smartphone, lo hice, pero nunca la usé, ya que básicamente lo que busca es venderte más cápsulas, eso sí, con un solo toque de pantalla, pero finalmente vender.

Mi relación con las cápsulas es la siguiente: si hay, las uso. Si no hay, no importa. Me espero el tiempo necesario para comprarlas en la primera oportunidad.

Así es que eso sucedió hace unos días, pasaba frente a la tienda del centro comercial y recordé que necesitaba “café”. Entré, y la verdad es que el servicio siempre ha sido de primer nivel, me atendieron rápidamente, no había promociones del café que tomo (siempre pregunto, obvio) y finalmente terminé comprando dos paquetes de 10 unidades cada uno, en total unos 220 pesos más o menos. Nada barato, nada caro.

En esas tiendas te ofrecen siempre un café preparado al momento y lo acepté. ¿Cuál quiere? La verdad es que no soy tan “exquisito” y le dije que el que quisiera, pero descafeinado. Al estar observando la máquina que lo preparaba se me ocurrió preguntarle al vendedor, “Oiga, ¿y como limpio la máquina por dentro?”.

¡Ahí fue donde todo cambió! Me comentó que todavía no era tiempo, que mi máquina fue comprada tal fecha, hace unos dos años, pero que apenas llevaba compradas muy pocas cápsulas, “cerca de 200”.

¡Me quedé mudo por dentro! El vendedor cuando puso mi nombre en su sistema, de inmediato le dijo que tan buen cliente era, cuándo compre la máquina, qué tipo de café me gusta y, obvio, cuántas cápsulas había comprado. La historia de limpiar la máquina terminó en “no se preocupe, luego le avisamos cuando tenga que limpiar –y comprar el líquido- para su máquina”.

Finalmente salí de la tienda después de tomarme el café que me ofrecieron pero se me quedó en la cabeza esta información que tienen del cliente … y eso que es una simple cafetera.

Como vienen las cosas y hacia dónde vamos, con todos los pagos electrónicos por celular (obviamente también con tarjeta) la información que tendrán las empresas de nuestros hábitos de compra llegarán al extremo y más si hablamos de comercio electrónico, donde no hay forma de que no se registre la compra, fecha, producto y un gran y peligroso etcétera.

Algunos de los conceptos de “Big Data” aplican para que en el futuro llegues, digamos, a una tienda de ropa y con la ayuda de un sensor RFID te digan “Hola Javier, los pantalones que traes puestos los compraste hace cuatro años, ¡ya es hora de renovar!”. ¡Ay nanita! No quiero vivir esa “modernidad” tan invasiva. No sé, me gusta más el anonimato. ¿A ti no?