A medida que se alarga el tiempo de pandemia, más se agudiza la escasez de chips en el mundo.

En 2020 las fabricantes de semiconductores y varias tecnológicas tuvieron que retrasar sus producciones debido a las restricciones del confinamiento por COVID-19 y esto provocó una escasez de materiales que conforman los gadgets que usamos día a día; diversos lanzamientos se retrasaron, pero, al cierre del año pasado y en los primeros meses de 2021, las reaperturas de industria y la enorme demanda por tecnología tiene hoy a empresas como Qualcomm, TSMC, Mediatek, Samsung e Intel, entre otros rebasados. 

Sin embargo, esta última cuenta con una fuerte estrategia con la que busca capitalizar la crisis como una oportunidad de largo plazo. Si bien por ahora, firmas del sureste asiático, como TSMC, concentran al menos el 80% de la fabricación de semiconductores a nivel global, empresas estadounidenses como Intel buscan replicar ese mercado y satisfacer la demanda desde occidente. 

“La realidad es que la demanda por cómputo en el planeta hoy es tal que nadie está pudiendo suplir la demanda, no es un tema de Intel es un tema de industria y el mundo quisiera más y más computadoras, pero no hay hoy capacidad instalada de semiconductores en el planeta que pueda satisfacer la demanda, pero nosotros, con las recientes inversiones anunciadas por nuestro CEO vemos una oportunidad de negocios a largo plazo”, dijo a Unocero Santiago Cardona, director general de Intel México en entrevista. 

Hace algunas semanas, Pat Gelsinger, CEO de Intel, anunció una inversión de 20,000 millones de dólares para la construcción de dos plantas para semiconductores en Arizona, con las que además de satisfacer su demanda comenzarán a proveer de chips a terceros. 

El plan puede plantar cara a la competencia asiática, e incluso colaborar en conjunto; no obstante, llevará tiempo.

De acuerdo con estimaciones de Bank of America, la escasez global de semiconductores, puede extenderse hasta 2022, y entonces podrán verse algunas mejoras en el equilibrio de la oferta y la demanda, pues los tiempos para que el plan de Intel y otros tome forma en producción se ve en el mediano plazo, al menos. 

Cardona detalla que, en el caso de Intel, la producción de un nuevo chipset tarda en promedio 20 semanas y la construcción de las fábricas en Arizona, aunque ya está en marcha, llevará al menos dos años para completarse, aunque advierten que no será la única inyección de capital. 

“Vamos a entrar en el negocio de la tercerización porque claramente el mundo necesita más semiconductores y se necesitan las tecnologías que nosotros producimos. Hay muchísima demanda y ahí conectamos con automotriz, electrónica de consumo, y  si bien no somos el fabricante número uno, estas industrias están claramente en necesidad de que haya más producción y vamos a fabricar para otros. Esta inversión de 20,000 millones de dólares es la primera de muchas inversiones que vamos a anunciar en el año”, dijo el directivo. 

Beneficios para México

En términos geopolíticos la intención de la industria, liderada por la Asociación de Semiconductores, es tratar de diversificar la producción de chipsets de Asia, en su mayoría, a otras partes del mundo. En el caso de Intel, Cardona, advierte que como parte de la inversión en Estados Unidos, sus otras sedes en el continente pueden ver beneficios también, aunque por ahora no hay detalles concretos. 

Intel cuenta con un centro de diseño y validación de tecnología en Guadalajara Jalisco, desde donde se diseña y avalan diseños que incluso llegan al mercado hasta tres años después. 

“Cuando en la producción está 80% focalizada en Asia, está claro que se necesita diversificar y en Latam donde sea que tenemos un pie, como México y Costa Rica, se verán beneficiados”, dijo.