Mortal Kombat es una franquicia de relevancia mayúscula en la industria del videojuego, pues no solo ayudó a ampliar la oferta de títulos de pelea, sino que también fue la principal causa -en razón su violencia- por la que se fundó la ESRB, ente encargado de clasificar los videojuegos por edades en Estados Unidos.

Casi tres décadas después de la llegada del primer Mortal Kombat, la saga presume una salud inmejorable y una presencia que quizá sea mayor que en los 90, década a la que por excelencia se le asocia.

Esa presencia trasciende fronteras y ahora, tal como ocurrió en los 90, llega una nueva adaptación fílmica que al igual que la de 1995 viene de la mano de New Line Cinema de Warner Bros.

A ello se suman una clasificación para adultos y la incorporación de James Wan (Saw, Insidious, The Conjuring) como productor a través de su sello Atomic Monster, aspectos que en teoría garantizan que la nueva cinta presume la brutalidad a la que los juegos nos han acostumbrado en estos casi 30 años que llevan existiendo.

Y si bien la película cumple la promesa de lucir los infames Fatalities a cuadro, lo cierto es que poco o nada pueden hacer para sostener un producto incapaz de retener el interés del espectador.

Cole Young es un peleador de artes marciales mixtas que porta una extraña marca de nacimiento en forma de dragón. Cuando Sub-Zero, un misterioso asesino que tiene la habilidad de congelar, irrumpe con la intención de liquidarlo, Young se acerca a Jax y Sonya, elementos de fuerzas especiales que le informan de la existencia de un torneo llamado Mortal Kombat del que depende el destino de la Tierra, pues basta con que los representantes de este plano pierdan 10 ediciones para que el reino Outworld pueda iniciar el proceso de conquista.

Mientras tanto, con el fin de acelerar la conquista de la Tierra, las fuerzas de Outworld al mando del hechicero Shang Tsung ponen en marcha un plan cuyo origen es un conflicto entre los guerreros Bi-Han / Sub-Zero y Hanzo Hasashi / Scorpion.

Después de sus primeros 10 minutos -que genuinamente están bien logrados-, Mortal Kombat es una película que comete el error de asumir que la audiencia está familiarizada con el material de origen, pues a pesar de que adapta el vasto mythos de los videojuegos y lo ajusta a un producto de menos de dos horas de duración, los espectadores son sometidos a un desfile de personajes, nombres y situaciones que jamás son desarrollados para entendimiento de un público general, y que terminan por transmitir la sensación de que solo están teniendo lugar sinsentidos en pantalla.

Entendemos que el filme esté diseñado para una audiencia que conoce Mortal Kombat, pero la producción pudo haber optado por este ángulo sin descuidar la proposición de un argumento y una narrativa idóneos para una valoración objetiva y para el goce de audiencias que no tienen la obligación de conocer los antecedentes de la franquicia.

Conceptos que son parte inherente del mythos de los juegos, como el Outworld, aquí simplemente existen sin mayores explicaciones de por medio, y la película incluso cae en el extremo de no ayudar a la concurrencia a saber quiénes son -ya no digamos desarrollar- los personajes a cuadro, como ocurre con Shang Tsung, Goro y muchos tantos más.

Pero aún dejando de lado la objetividad y abordando esta nueva adaptación desde la perspectiva de fan irredento de la saga, podemos afirmar que se trata de una cinta que por alguna razón luce decisiones de adaptación cuya razón no nos podemos explicar y que incluso entorpecen el desarrollo del argumento.

Por ejemplo, una de las piezas del engranaje argumental es la calidad de elegidos que tienen ciertos personajes para participar en el torneo, y el filme pierde tiempo justificando y abriendo nuevos arcos que esta situación provoca. Asimismo, gran parte del metraje está destinado a observar cómo los protagonistas obtienen sus poderes, cuando en realidad estamos ante una cinta que da por hecho que la audiencia conoce a los personajes, lo que presupone un choque de enfoques que merma la experiencia.

Hablamos de una total falta de pericia del director debutante Simon McQuoid para mantener un eje que permita llevar la película a buen puerto, sin que sea necesariamente importante cuán eficaz sea el guion.

Esa falta de pericia también impacta en el reparto, que a leguas refleja que no contó con una mano guía que cuando menos le motivara a trabajar la química entre sus elementos. Porque, para descansar en la interacción entre diversos héroes y no en una figura enteramente central, Mortal Kombat luce un precario desempeño sumatorio de talento.

Desde luego el aspecto fundamental de una película basada en un videojuego de peleas que además lleva por título “Mortal Kombat” gira en torno a las secuencias de combate, de eso no queda duda, pero McQuoid es incapaz hasta de abordarlas de manera ingeniosa.

La integración de un talento de la talla de Joe Taslim -a quien hemos visto brillar en gemas del ultraviolento cine indonesio de artes marciales como The Raid y The Night Comes For Us– en el papel de Sub-Zero se antojaba como garantía de que al menos la película sería un vehículo de escenas a la altura del actor, pero ocurre todo lo contrario y a lo largo de sus 110 minutos de duración somos sometidos a escenas de acción genéricas sin el menor atisbo de inspiración.

Y hablar de estas carencias en una película que se fundamenta en peleas apela tanto a quien la observe desde una perspectiva objetiva, como a quien lo haga desde el ángulo del cine de artes marciales o del de seguidor del juego.

La producción prometió hasta el cansancio que esta nueva cinta de Mortal Kombat luciría toda la clasificación para adultos que estuvo ausente en la primera adaptación y su secuela, y en ese sentido la promesa se cumplió, pues hay momentos para lucimiento explícito de los Fatalities por los que la franquicia se convirtió en un dolor de cabeza en los 90 para los padres de familia y las autoridades escolares y gubernamentales.

Desmembramientos y destripamientos están ahí y configuran uno de los aspectos fuertes del filme, no necesariamente por lo que son en sí mismos, sino por lo que representan para la industria hollywoodense.

Por lo regular las adaptaciones de videojuegos cuentan con clasificación permisiva con el fin de que un mayor número de audiencias llenen las salas de cine y las transformen en éxitos económicos, y haber conseguido la autorización de Warner Bros. para que este filme estrechara sus posibilidades en taquilla es un riesgo importante.

Es por ello que desconcierta la falta de cohesión de la película, pues si bien la sangre y el lenguaje soez están a la orden, poco o nada pueden hacer por mantener a flote un producto que falla en todas las aristas argumentales y narrativas, y al que le falta el ingenio que requiere una película de artes marciales.

También puede citarse como aspecto a favor la calidad del diseño de producción y efectos visuales, testimonio de que Mortal Kombat contó con un presupuesto privilegiado para tratarse de un filme con clasificación restrictiva y basado en un sanguinario juego de peleas, situación que es de aplaudirse.

Este tipo de riesgos son los que la maquinaria hollywoodense debería tomar a menudo y sin titubear, pero desafortunadamente en el caso de Mortal Kombat derivó en una cinta que, tal como ocurrió con La monja, demuestra que contar con producción de James Wan no es garantía de buenas películas.

Lo único que logra la nueva adaptación de Mortal Kombat es que sigamos considerando a la película de 1995 -con todo y sus limitados valores de producción y sus situaciones humorísticas involuntarias- como la mejor versión de Mortal Kombat que ha visto la pantalla de plata. Al menos esa tenía un innegable carisma y dejó huella colectiva a través de un muy cuestionable techno noventero.

Calificación: 4.0/10
Mortal Kombat
Año: 2021
Dirección: Simon McQuoid
Guion: Greg Russo y Dave Callaham
Elenco: Lewis Tan, Jessica McNamee, Josh Lawson, Tadanobu Asano, Mehcad Brooks, Ludi Lin, Chin Han, Joe Taslim y Hiroyuki Sanada