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Esta vida moderna…

A veces pienso que a raíz de estar “todo el tiempo conectados” se nos ha complicado un poco la existencia… ¿o no? He estado viendo...

A veces pienso que a raíz de estar “todo el tiempo conectados” se nos ha complicado un poco la existencia… ¿o no? He estado viendo algunos capítulos de la serie de televisión MadMen y algo que me llama la atención es lo concreto de las comunicaciones: directas y al grano. No hay celulares, vaya, ni computadoras. Todas las cuestiones se resuelven o en vivo y en directo o por teléfono.

No hay que dar vueltas. No hay rodeos. No hay mensajes “entre líneas”. Aunque no sé si en la serie ya aparece un aparato de fax (no la he visto completa) finalmente el fax es una fotocopiadora de larga distancia y se usa (usaba) para enviar pocas páginas que eran de alguna forma redactadas y sintetizadas.

Ahora con todas las opciones que tenemos para comunicarnos… creo que le damos más vueltas a los asuntos que podrían ser directos. Y claro, estoy generalizando, pero ¿cuántas veces no preferimos enviar un correo electrónico en lugar de hablar por teléfono? Ya sea en el ámbito empresarial o de trabajo o para cuestiones personales, ¿el correo es la solución?

Veamos: si quiero expresar algo sobre una venta, una duda de un producto, comprar algún servicio, en fin, cosas de la vida diaria, sin Internet simplemente llamo, hablo, lo solicito y cuelgo. Con correo electrónico tengo que tomarme el tiempo de, primero, pensar. Luego, escribir, revisar la ortografía para esos típicos “errores de dedo” aja, y una vez que terminé la composición, volver a leerlo.

Antes de darle en el botón de “Enviar” ¿sí o no nos pasa que lo leemos de nuevo y le cambiamos algo al texto? Nos ponemos a pensar si lo que escribimos será muy fuerte, cómo lo tomará, no pensará otra cosa, no entenderá algo que no quiero decirle… y mientras con todas las dudas del mundo le damos “Enviar”, luego viene la a veces agonizante espera. Si estamos vendiendo algo –por nuestro trabajo- hay que esperar a que le cliente conteste… ¿cuánto tiempo? ¿Es razonable un día? ¿Una semana? No lo sabemos. Pasa el tiempo y regresan los demonios electrónicos… ¿le vuelvo a escribir? ¿Si no leyó el mensaje? ¿Se habrá enojado? ¿Fue muy directo?

Todo esto pasa y pasa y podemos estar varios días o semanas con la incertidumbre de si nuestro mensaje fue recibido, leído y contestado. La eterna necesidad de revisar el correo –ahora en el celular- obedece por supuesto a todas las inseguridades que genera este medio de comunicación.

Ahora pasemos a los mensajes escritos (en cualquier versión: SMS, BlackBerry Messenger o sistemas de chat similares). En lugar de simplemente tomar el teléfono y hacer una pregunta o decir algo, la danza comienza. ¿Le escribo ahorita? ¿Pero si está ocupado? ¿Pero si no lo lee? ¿Qué tal si alguien más agarra el teléfono y ve el mensaje? ¿Es conveniente decirle esto por este medio? ¿No me veré muy intrusivo?… Todo eso son apenas algunas de las preguntas que –estoy seguro- nos hacemos a diario.

Y eso dividiendo los asuntos en profesionales o de negocio con los personales. En los primeros, seguro hay algunas “reglas no escritas” que, por ejemplo, dicen que no es buena idea molestar a algún contacto, cliente o proveedor a altas horas de la noche. ¿Pero si se me ocurre enviar el mensaje de todas formas? Y claro, para cuestiones personales, la lista de problemas y detalles aumenta, porque, como tenemos más confianza, pueden existir algunos otros malos entendidos. No quiero pensar lo que textean o escriben los más chavos, digamos, los que están buscando a su “media naranja”. Seguro tienen miles de millones –sin exagerar- de dudas al momento de hacerlo. ¿No es mejor hacer una cita directo y conocer más a la persona?… Siempre es una opción, pero claro, también siempre está la comodidad de no hablar y sólo “mensajear”.

Entonces, ¿qué hacer? ¿Dejar de usar estos métodos de comunicación? ¡Para nada! Creo que algunos pertenecemos a la generación de los “NINIs”, ni todo electrónico, ni todo a mano. Nacimos sin celular, pero sí con teléfono y fax. Entonces, seguramente nos cuesta trabajo de repente reducir algunas de nuestras formas de expresión a todo escrito… para las generaciones nuevas, las que nacieron con SMSs, celulares, smartphones, Internet hasta en los aviones, seguro que si leen este texto pensarán que son puros disparates.

¿Será? No lo sé. En realidad pienso que a veces trabajamos más, le damos más vueltas a todo y “pensamos” más usando medios modernos de comunicación. Recuerdo como en la serie mencionada todo –aparentemente- es más sencillo. Directo y al grano. Sin complicaciones. ¿Voy bien o me regreso?

 

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