Nuestros amigos de De Memoria, nos compartieron la importancia de haber tenido un SNES, considerando toda la nostalgia que lo rodea.

Los videojuegos se desarrollaron impresionantemente desde los primeros básicos como Tetris, hasta los gráficos hiper realistas, las narrativas complejas, los mapas inmensos, los finales alternativos y otras maravillas que adoramos, pero nada de esto supera a la primera vez que nos enamoramos de una consola y para muchos chavorrucos, la nuestra fue la Super Nintendo.

Los afortunados que tuvieron una de estas maravillas en la década de los 90 no nos dejarán mentir, aunque El NES fue maravilloso, la Super Nintendo nos ofreció juegos memorables como Super Mario World (donde conocimos a Yoshi) con la enorme ventaja de los cartuchos retrocompatibles, por lo que no debías hacer a un lado a los clásicos como el Super Mario Bros 3.

Entonces aún tenías que soplar y soplar en la hendidura de los cartuchos y era una gran decepción cuando le prendías y no jalaba, por otro lado, el sonido celestial que escuchábamos cuando por fin había funcionado era la señal de salida en los maratones de diversión que podías compartir con tus amigos de la cuadra, hermanos, primos, tíos y todos quienes se dejaran envolver por la magia del Super.

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Sus 16 bits nos parecían increíbles, la paleta de colores era más extensa y el desarrollo de los gráficos que daba ilusiones 3D nos fascinaron junto con la variedad de videojuegos que incluyó títulos memorables como: Donkey Kong Country, Super Metroid, Mega Man X y Killer Instinct.

Las locuras que hicimos por amor al Super Nintendo

Dejar la consola prendida mientras comíamos fue uno de los clásicos para poder terminar un juego cuando no tenía la opción de salvar (algo revolucionario del Super) y los más intensos amantes de esta consola llegaron a quemar sus televisores de rayos catódicos después de horas y horas de juego, nadie puede juzgarlos.

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Si eras uno de los afortunados en tener «el super» te convertías en el rey de tu salón, tus amigos siempre elegían tu casa para hacer los trabajos en equipo en los que invertías un par de horas y dedicabas el resto de la tarde a hacer que tu «callo del control» creciera sanamente mientras presionabas fuertemente un combo para derrotar a tus enemigos.

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