Los contenidos digitales tienen su propia problemática. Por ejemplo, si yo compro un libro electrónico ¿puedo compartirlo? Eso no sería siquiera una pregunta si se tratara de un libro en papel, porque si lo quiero compartir, tengo que prestárselo a alguien y yo me quedo sin libro. En el caso de los libros electrónicos bien puedo hacer una copia del mismo y mandársela a la persona que yo quiera y entonces ambos tendremos una copia idéntica del libro electrónico.

Borland, por ejemplo, cuando vendía su popular software de desarrollo, como Turbo Pascal, indicaba en su licencia de uso que el software debería tratarse como se trata un libro en papel, es decir, el cliente podía instalarlo en cuanta máquina quisiese, pero sólo podría usarlo en una máquina a la vez, es decir, como si se tratara de un contenido físico, como un libro.

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Pero la tecnología nos ha permitido ahora tener todo en archivos digitales, los cuales son fáciles de copiar y distribuir. La música, por ejemplo, se vende en formatos electrónicos como mp3 y hoy en día prácticamente cualquiera puede copiar y compartir con quien quiera sus gustos musicales. Una vez hecha la compra de un archivo de música digital, pues ya es de uno de aquí a la eternidad.

Sin embargo, esto no le convence a ningún creador de contenidos y en muchos casos se han buscado modelos de negocios que impidan fácilmente las copias o de plano, no se puedan hacer. Por ejemplo, el dispositivo Zune, que era como el iPod, pero de Microsoft, implementó un modelo de negocios en donde el usuario podía tener toda la música que quisiese siempre y cuando pagara una renta mensual de una decena de dólares. Así, se eliminaban casi todas las restricciones excepto una: se deja de pagar y se deja tener acceso a los contenidos musicales que Microsoft proveía.

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Con respecto a los libros, una posibilidad para evitar el copiado en despoblado, ha sido el poner DRM (derechos digitales), que es un esquema que protege los contenidos y simplemente no se pueden copiar. El truco aquí es que la empresa que vende este tipo de libros electrónicos, siempre tiene un respaldo por si algo falla en tu máquina o en tus dispositivos de lectura. Así, como cliente siempre se te garantiza que tendrás acceso a leer el libro que compraste en formato electrónico, pero en realidad dicho contenido nunca será propiedad tuya.

Pero ahora Microsoft nos ha salido con una extraña idea. Como su tienda de libros (incluyendo DRM) no dejó la suficiente cantidad de dinero, entonces ha decidido confiscar a todos sus clientes los libros que les vendió en formato electrónico y evidentemente, regresándoles el dinero de sus compras. Pero la idea es por decir lo menos curiosa, porque es como si una tienda que vende libros se hubiese arrepentido de ello y fuese a nuestra casa a quitárnoslos (aunque nos regrese lo que se ha pagado).

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El problema con toda esta idea esa que pone el dedo en la herida. ¿Se vale que una empresa que me vendió un contenido electrónico (sea mp3, un libro o incluso software), retire su venta por las razones que sean? ¿Qué hay de los derechos de los compradores? ¿Es que se pueden tomar decisiones unilaterales en este caso? ¿Puede legalmente una compañía «des-vender» lo que ya vendió?

Más allá de si Microsoft regresará el dinero de los clientes que compraron esos contenidos electrónicos, la realidad es que se están poniendo muy cerca de alguna demanda en Estados Unidos porque lo que están haciendo es algo que podría ser incluso ilegal. Vamos a ver si hay reacciones a esto.