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De teorías absurdas

Esta semana, Susan Greenfield, profesora de farmacología en Oxford, aparentemente hizo el anuncio de que los juegos de computadora están causando demencia en los niños....

Esta semana, Susan Greenfield, profesora de farmacología en Oxford, aparentemente hizo el anuncio de que los juegos de computadora están causando demencia en los niños. Si es así, esto sería una información científica por demás preocupante. El problema es que el anuncio se hizo en la inauguración de un nuevo edificio en una costosa escuela y no en una conferencia académica. Curiosamente la profesora después dijo a un sitio de juegos de video que no fue lo que quiso decir, pero no pudo explicar lo que quiso decir realmente (esto último se parece a lo que dicen algunos políticos en México, que dijeron algo pero que los malinterpretaron porque no querían decir lo que dijeron).

Hace unos dos meses, la misma profesora ligo el uso de internet con el aumento en el diagnóstivo de autismo (y no es la primera que dice estas cosas), pero se echó para atrás cuando las sociedades que tratan el problema del autismo y otro profesor de Oxford expresaron sus dudas al respecto. Hay otros que han opinado antes lo que esta “célebre” profesora dijo, pero parecen ser cuestión de modas.

De acuerdo a la Greenfield, negar lo que afirma es como ser epidemiólogo y negar que el fumar causa cáncer. Otros argumentos en su defensa apelan al sexismo en los medios. Cuando la profesora Dorothy Bishop expresó sus dudas, la profesora Greenfeld respondió: “no es asunto de Dorothy comentar cómo manejo mi carrera“.

Lo extraño finalmente, es que en los últimos cinco años, que la profesora Greenfield, de la Universidad de Oxford, ha aparecido en los medios, anunciando todo este tipo de fatalidades, ¿cómo es posible que no haya escrito un solo documento científico, en alguna revista académica al respecto?

La ciencia tiene autoridad no porque use batas blancas o tenga títulos académicos, sino por su precisión y transparencia: usted explica su teoría, pone su evidencia, y hace referencias a estudios que dan soporte a su caso. Otros científicos entonces la leen, ven si la evidencia que presenta es consistente; y deciden su los métodos descritos y las referencias citadas producen un soporte razonable a su hipótesis.

La profesora Greenfield

Tal vez siempre tendremos agujeros en nuestro conocimiento. La famosa frase “se necesita más investigación” ha sido vetada por el British Medical Journal, porque desinforma: un artículo científico es precisamente el lugar para describir los agujeros en nuestro conocimiento y además, especificar qué experimentos podrían resolver estas incertidumbres.

Pero el valor de una publicación científica va más allá de este simple beneficio, de toda la información relevante, sin ambigüedades, en un solo lugar. Es también una manera de comunicar sus ideas con el mundo de la ciencia e invitar a ellos a expresar su punto de vista informado. Y así, se llama a la segunda etapa, la de la revisión por parte de quienes son científicos también y están informados, una vez publicado el artículo, desde luego. Y esto es muy importante en la ciencia. Si hay huecos en sus evidencias, en su caso, las respuestas pueden ser escritas en forma de carta o incluso, en forma de un nuevo artículo científico. Si hay algún mérito en el trabajo de alguien, entonces nuevas ideas e investigación nacerán a partir de esto. Éste es el proceso real de la ciencia.

Decidir hacer a un lado todo el aparato que la Academia ha creado para validarse, y elegir a los medios para dar a conocer directamente sus ideas científicas es una decisión deliberada y la mayoría lo notarán. En un principio, el gran público podrá estar de acuerdo con su idea aunque sea superficialmente, pues le faltan elementos. Quizás sean ideas atractivas y baste eso para no pedir ni preguntar por evidencia técnica.

Por eso hay que tener cuidado con la información a la que tenemos acceso. En la red hay toneladas de información, sitios de toda clase de temas con las teorías más absurdas que puedan pensarse, eso es lo que se le ha dado en llamar “bad science“, que no es más de lo que el mundo tiene en exceso: una charlatanería basada en la superficialidad y no en el análisis que proveé el método científico, que a decir de muchos, es bastante limitado en sus alcances, sí, de acuerdo, pero no tenemos nada mejor.

Fuente: Bad Science

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