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Hablemos de lo que los programadores son capaces de crear

Un programador, Mike James, hace una interesante reflexión sobre el software, lo insustancial del mismo y el enfoque que quienes usan software, deberían tener con respecto a quienes crean estas apps que usamos.

La programación de computadoras, la creación de software, es una especie de industria de la mente. Y probablemente mucho del encanto que los desarrolladores sienten esté en ese punto. Vamos, no podemos tener un kilo de software porque éste parece estar y no estar físicamente. La realidad es que quienes programan generan cosas sin sustancia.

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Sin embargo, los clientes, aquellos que compran software, quizás piensan diferente. Regresemos en el tiempo a los años 1990s. En ese entonces los programas se vendían en tiendas y en general eran grandes cajas que contenían en muchas ocasiones un pequeño manual y un CD (o DVD). La caja del producto era más aire que otra cosa. La razón de esto es un asunto psicológico, en donde las personas quieren recibir algo a cambio de su dinero, y los bits y bytes parecen que no ocupan el suficiente espacio físico y de ahí que los programas viniesen en cajas voluminosas.

Pero con el tiempo, el software empezó a parecerse más a comprar un disco de música o bien un DVD con una película. Y entonces empezamos a ver la desaparición de voluminosos manuales y de cajas de cartón enorme, en donde el cliente parecía llevarse una ganga por el dinero pagado.

Pero las cosas siguieron cambiando y entonces las empresas de software empezaron a repartir sus programas vía descargas a través de Internet. Y esto encontró entonces otro tipo de problemática. Por ejemplo, supongamos que usted escribe una muy buena aplicación. Quizás le falte afilar algunos detalles pero el programa es funcional. Entonces llega un amigo a su casa, ve el software y le pide una copia. ¿Qué cuesta hacer una copia? ¿SE la voy a negar a un amigo= No, entonces usted replica su programa, ya sea en un medio físico como un disco o bien le manda la app por correo. En cualquier caso, el costo (si no tomamos en cuenta el medio físico, es nulo).

Pero imaginemos que usted es un carpintero y hace una escultura en madera. Si llega un amigo y la ve ¿le pedirá que le dé una copia de forma gratuita? Probablemente no. Hay material (madera), involucra y tiempo, y aquí parece que toma una proporción más real. Si el amigo le interesa mucho lo que hizo a lo mejor le pide le haga una para él, y le pagará por este trabajo de alguna manera, ya sea con dinero, una cena, etcétera. Y es cierto, este argumento no es muy original, se ha dicho multitud de veces.

Pensemos lo que pasaba relativamente hace poco tiempo. Los músicos y los escritores producían contenidos que se reflejaban en discos compactos o libros en papel. Pero ahora esto está desapareciendo. Si lo consideramos, ahora la música se vende por Internet y la gente la puede descargar de un sitio. Los libros están pasando por una suerte similar. Ya la existencia real de los libros y música parece estar desvaneciéndose.

Para hacer las cosas más dramáticas, considérese el siguiente escenario: yo me encuentro con usted, lector, en un bar, y le digo que “soy un poeta de tiempo completo”. Probablemente usted podrá pensar “qué pérdida de tiempo”. Pero si entonces le digo que soy un poeta al que le han publicado su obra, probablemente lo impresione un poco. Siempre un libro es una especie de la validación de lo que es una autoridad en algún campo del conocimiento.Vamos, es parte del currículum muchas veces. En el caso que nos ocupa es claro que el que me hubiesen publicado un libro hablaría de que mis poemas valdrían la pena, pues hay un efecto psicológico quizás, cuando se produce algo real, aunque por ejemplo, uno se autopublique y sea su propio editor.

Pero cuando se compra un libro electrónico o se descarga un archivo MP3, probablemente usted esté queriendo poner esas cosas en el universo de sus pasadas experiencias con las cosas reales, los CDs o los libros. Ahora bien, si hablamos de software, ¿en qué tipo de experiencia lo ponemos? En general, una vez instalado un programa, una app, no hay nada físico que nos muestre el software y su valor real.

Siendo más precisos, no hay una liga en lo que se refiere al valor que tienen las cosas en el mundo real. Por ejemplo, un libro vale por su contenido, sí, pero también es claro que un libro con más páginas deberá costar más. Y es que muchas veces entendemos que no pagamos por las palabras impresas, sino por el papel y la tinta. El software, curiosamente, no tiene papel ni tinta, vamos, no parece ser algo tangible.

Por ello, el costo del software se basa más sobre la complejidad de lo que la app hace. No es lo mismo hacer un programa que simule una calculadora elemental a hacer -digamos- una hoja de cálculo. El problema es que mucha gente piensa que el software debe ser absolutamente gratuito en todos los casos, sobre todo porque mucha gente ya invirtió miles de pesos en hardware. ¿Por qué el software debería costarme? Curiosamente no piensan igual cuando se compran un automóvil y entonces se ven obligados a proveerlo de gasolina si queremos que sea funcional. Pero en el momento actual, el software puede costar muchas veces 99 centavos de dólar. Vamos, menos de 25 pesos (al paso que va la devaluación de nuestra moneda),

Y esto quizás nos dé una razón por la cual el software se pirateé continuamente. Muchas veces todos hemos pensado que cuando pirateamos software, al que lo produce no le costó nada el que exista un archivo (o varios), con todo lo necesario para que la aplicación funcione. El generador del software no pierde nada, se suele pensar, y yo no lo iba comprar de cualquier manera, por lo que no es una venta perdida.

Y no se me malinterprete. Mucho de mi software, casi todo, es de código abierto y gratuito y ni siquiera pido “una cerveza a cambio” a todo aquel que lo descargue. Y en todo esto se nos olvida que alguien escribió el software, alguien hizo la tarea finalmente.

Hay mucha gente entusiasta del código abierto y crea programas por simple diversión. Yo he trabajado así mucha parte de mi vida como programador, pero esto parece de pronto no tener ninguna recompensa por el tiempo y trabajo invertido. Los programadores son como los músicos y escritores: producen contenidos sin sustancia física y por ello el vivir de esto muchas veces resulta complicado. Hay empresas que tienen incluso departamentos legales muy fuertes, sobre todo en Estados Unidos, en donde se persigue a los que piratean el software, porque el enfoque es simple: páguese a quienes producen un trabajo porque eso es lo justo.

Tal vez ha llegado el momento de hacer ver a los potenciales clientes el costo de la producción y el valor de lo que producimos, lo insustancial, para que consideren eventualmente empezar a pagar.

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