Nos encontrábamos navegando por Internet cuando de pronto se nos atravesó este viejo anuncio publicitario:

Es una calculadora de bolsillo Victor y la manera en que promocionaron que tenía constante en división y multiplicación y punto decimal flotante, nos hizo pensar en la evolución de estos gadgets.

Los antecedentes de las calculadoras se pueden rastrear hacia el ábaco, pero fue hasta el siglo XIX, a propósito de la Revolución Industrial, que comenzaron los desarrollos de máquinas capaces de hacer operaciones aritméticas.

El aritmómetro, inventado en 1820 y capaz de realizar cuatro operaciones, fue la primera calculadora mecánica que tuvo éxito comercial y la transición digital tuvo lugar pasada la primera mitad del siglo XX.

Fue en 1957 que Casio lanzó al mercado la Model 14-A, considerada la primera calculadora electrónica del mundo.

Model 14-A podía realizar las cuatro operaciones aritméticas básicas, medía 101 x 42 x 78 cm (un tamaño que le permitía caber en un escritorio pequeño) y tenía un display de 14 dígitos en una sola ventana en el que el problema se borraba para mostrar únicamente la respuesta, tal como ocurre con las calculadoras a las que estamos acostumbrados.

Y tal como ocurre con todos los desarrollos tecnológicos, el siguiente paso fue hacer que las calculadoras cupieran en el bolsillo.

En 1970 comenzaron a comercializarse las calculadoras de bolsillo, a través de modelos como la ICC-0081 «Mini Calculator» de Sanyo, la Pocketronic de Canon o la QT-8B Micro Compet de Sharp.

Pero fue en 1971 que Mostek lanzó la primera calculadora con circuito integrado, la MK6010, promocionada como ‘una calculadora en un chip’.

Después fue el turno de que las calculadoras científicas cupieran en el bolsillo.

Aunque pareciera que por estar integradas en computadoras y smartphones ya no hay necesidad de modelos tradicionales de calculadoras, lo cierto es que siguen siendo fundamentales en la enseñanza y en las áreas del conocimiento que lidian con números.