Cuando Star Wars: Los últimos Jedi llegó a cines en 2017, el fandom de la galaxia muy muy lejana quedó dividido, pues por cada acierto artístico hubo tropiezos en narrativa y aspectos que pisotearon una mitología construida desde 1977.

Luego llegó Han Solo: Una historia de Star Wars y el escepticismo hacia la franquicia se agravó. Ante la urgencia de recuperar credibilidad, la producción trajo de vuelta a J. J. Abrams, artífice de El despertar de la Fuerza, para que coescribiera y dirigiera El ascenso de Skywalker, con la confianza de que el cineasta se mantendría en terreno seguro y no seguiría los pasos de Rian Johnson, responsable de Los últimos Jedi.

El resultado es una cinta que justamente no toma riesgos, pero que a base de narrativa directa y arcos que apelan a la nostalgia, se erige como la que quizá sea la entrega mejor lograda de la trilogía de secuelas, un filme que funciona por sí mismo y por la manera en que ahonda en la mitología de Star Wars para hablarle a los fans que extrañan las historias del extinto Universo Expandido de la saga.

Palpatine (Ian McDiarmid) ha regresado. A pesar de aparentemente haber muerto en el desenlace de El regreso del Jedi, el antiguo Emperador orquesta desde un rincón desconocido de la galaxia el golpe que ha definir el rumbo del conflicto entre la Resistencia y la Primera Orden.

Mientras la Resistencia redobla esfuerzos para localizar a Palpatine, Kylo Ren (Adam Driver), ahora Líder Supremo de la Primera Orden, insiste en buscar a Rey (Daisy Ridley), pues él tiene sus propios planes y no pretende que nada ni nadie interfiera con ellos.

El ascenso de Skywalker es a todas luces la vacuna contra Los últimos Jedi que Lucasfilm le ofrece a la fanaticada. El detalle es que al reparar u omitir las licencias que se tomó esta última, la película se percibe apresurada, pues entre explicaciones, planetas, personajes nuevos y la jornada misma de los protagonistas y antagonistas, el ritmo apenas da espacio para asimilar las resoluciones de la narrativa.

Para algunos podrá ser indicador de un producto accidentado, pero debe observarse que este filme es resultado de las cuestionables decisiones argumentales de los Episodios que le preceden, y que su papel es conclusivo, por lo que Abrams y su coguionista Chris Terrio debían ingeniárselas a pesar de los escasos elementos que les dejaron.

Superada la fugaz narrativa, es posible ver una entrega de Star Wars que, tal como sucedió con Rogue One, deja la sensación de que estamos ante una historia del extinto Universo Expandido (conocido ahora como Leyendas) adaptada al live-action y llena de estupendos visuales y momentos emotivos.

Desafortunadamente no es un Episodio redondo, pues a pesar de ser el punto final de la Saga Skywalker -es decir, la conclusión a 42 años de historias repartidos en tres trilogías- su desenlace es anticlimático.

Pero que esto no se preste a confusiones, ya que aún con sus deficiencias esta es probablemente la mejor entrega de la trilogía de secuelas, una que impacta directo en la emotividad y con la que es imposible no derramar unas cuantas lágrimas.

Calificación: 8.0/10
Star Wars: El ascenso de Skywalker (Star Wars: The Rise of Skywalker)
Año: 2019
País: Estados Unidos
Dirección: J. J. Abrams
Guion: J. J. Abrams y Chris Terrio
Elenco: Carrie Fisher, Mark Hamill, Adam Driver, Daisy Ridley, John Boyega, Oscar Isaac, Anthony Daniels, Naomi Ackie, Domhnall Gleeson, Richard E. Grant, Lupita Nyong’o, Keri Russell, Joonas Suotamo, Kelly Marie Tran, Ian McDiarmid y Billy Dee Williams