Si estás leyendo este texto es porque, minímo, desde los 90 eres gamer y eso te hace un tecnorruco a mucha honra.

Los 90 fueron una época de cambio para las consolas. Para contextualizar un poco regresemos un poco a los 80, pues desde que Nintendo irrumpió en el mercado de los videojuegos en formato casero, tenía competidores en el panorama, pero poco a poco los fue dejando atrás.

Al Nintendo Entertainment System (NES), lanzado en 1983, de 8 bits y conocido en Japón como Famicom, se le atribuye haber salvado a la industria del videojuego y se coronó como rey en el rubro durante el resto de la década, posición que se robusteció con el lanzamiento en 1989 del primer Game Boy.

Llegaron los 90 y con ellos una nueva consola de Nintendo: el Super Nintendo Entertainment System (SNES), plataforma de 16 bits que a muchos gamers nos regaló algunas de nuestras más preciadas memorias, y una con la que la Gran N permaneció por delante de las máquinas de la competencia -principalmente el Sega Genesis-, lo que le aseguró el trono unos cuantos años más.

Pero a mitad de década llegó al mercado una consola de 32 bits, el primer PlayStation, y entonces el público gamer se hizo de otra opción que habría de cambiar el panorama gamer por completo.

Quienes éramos niños gamers en 1995 podemos confirmar que ese fue uno de los años más interesantes para los videojuegos. No sabíamos bien qué estaba ocurriendo, pero muchos seguían jugando SNES mientras veían con entusiasmo los PlayStation o Sega Saturn de sus amigos.

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Pasamos de los 16 bits a los 32, pero al ser 1995 un año de transición seguíamos fascinados con los gráficos en 2D que ofrecían propuestas como Street Fighter Alpha, Donkey Kong Country 2, Trials of Mana, Mortal Kombat 3, Yoshi’s Island, Chrono Trigger y Mega Man X3.

Pero los gráficos en 3D ya comenzaban a popularizarse en consolas, gracias a propuestas como Wipeout, Twisted Metal y Panzer Dragoon.

El SNES, el PlayStation y el Sega Saturn (e incluso el Atari Jaguar), las consolas caseras en las que jugábamos en 1995, nos ofrecieron un momento de transición que sigue instalado en la memoria de los gamers de la vieja escuela.