Para unos, los videojuegos son una vertical del entretenimiento; para otros, son obras que cumplen con los criterios para ser consideradas expresiones artísticas.

Es un debate que parece no tener final y que quizá pueda encontrar uno de sus resolutivos en la interrogante: ¿Cómo se hacen los videojuegos?

Similar a lo que ocurre con las películas o las series, los videojuegos son el resultado de procesos largos que se dividen en varias etapas de planeación y desarrollo.

Si bien el software es el punto sobre el que gravita el desarrollo de un videojuego, existen fases en las que se involucran artistas que no necesariamente son expertos en el manejo de programas complejos.

Por ejemplo, durante la planeación se arroja todo aquello relacionado con los fundamentos del proyecto, como la historia, los personajes, las mecánicas, el diseño de audio y el manejo del presupuesto (esta última, área que también le compete al publisher, o sea, el ente que se encargará de distribuir el producto terminado). Sin una correcta planeación, es altamente probable que un juego fracase.

Una vez que se han establecido los presupuestos y fundamentos y llega el momento de comenzar a materializar el proyecto, entra en escena el equipo de desarrollo, compuesto por expertos en múltiples rubros.

Dependiendo del perfil y escala del juego, los equipos de desarrollo pueden ser modestos, de apenas unas 20 personas (como ocurre con los títulos indie), o bien ejércitos como los que se requieren para levantar proyectos multimillonarios como The Last of Us, Grand Theft Auto o Red Dead Redemption.

Los artistas proveen arte conceptual, modelados, texturas, sprites y prácticamente todo aquello con lo que el usuario final tiene aproximación visual.

Los programadores se encargan de aspectos como inteligencia artificial, física, motor gráfico, escritura de código y todo aquello sobre lo que se va a sostener la propuesta del proyecto.

Los diseñadores trabajan en el gameplay y en las reglas y estructuras del juego. Es un rubro que tiende a subdividirse en departamentos que atienden diversos aspectos como interfaces, gráficos, diálogos y mecánicas.

Por otro lado están los ingenieros de audio, quienes se encargan de la identidad sonora de la obra.

Cuando las áreas básicas se han cubierto y el proyecto está avanzado, se involucran otras áreas como la composición de la banda sonora.

Ya que el proyecto está en una fase jugable, se somete a los testers, quienes deben jugarlo a profundidad y proveer feedback que sirve al equipo de desarrollo para pulir lo más posible hasta llegar al resultado final.

Hacer un juego es una inversión colosal de dinero, tiempo, talento y esfuerzo, y cuando vemos títulos como The Last of Us o Ghost of Tsushima en acción, se robustece la idea de que, si una película es la sumatoria de múltiples áreas encaminadas a una obra en común que se considera arte, entonces los videojuegos también cumplen con el criterio y por ende deberían ser catalogados como expresiones artísticas que son creadas mediante un fino proceso de artesanía digital.