Cada año, en el Reino Unido, se dan cita miles de personas en Stonehenge, para fotografiar los rayos del Sol que emergen dramáticamente de entre las piedras. Stonehenge es un monumento megalítico tipo crómlech, de finales del neolítico (siglo XX AC), situado cerca de Amesbury, en el condado de Wiltshire, a unos quince kilómetros al norte de Salisbury, de acuerdo a lo que nos dice Wikipedia. Está formado por grandes bloques de piedra metamórfica distribuidos en cuatro circunferencias concéntricas. El exterior, de treinta metros de diámetro, está formado por grandes piedras rectangulares de arenisca que, originalmente, estaban coronadas por dinteles, también de piedra, quedando hoy en día sólo siete en su mismo sitio. Dentro de esta hilera exterior se encuentra otro círculo de bloques más pequeños de arenisca azulada. Éste encierra una estructura con forma de herradura construida con piedras de arenisca del mismo color. En su interior permanece una losa de arenisca micácea conocida como «el Altar».

Pero más allá del significado ritual que quiera dársele a este monumento de piedras, la astronomía moderna tiene más que decir, pero del Sol, nuestra estrella por la cual existe literalmente la vida. Teniendo a esta estrella tan cerca, se le ha podido estudiar profundamente y este pasado domingo se capturaron imágenes por una nave que además, está a millones de kilometros del astro rey orbitándolo.

La sonda SOHO – Solar and Heliospheric Observatory, es un satélite que no es mayor que una pequeña camioneta, la cual está operada por la SEA – Agencia Espacial Europea y la NASA. La nave orbita al Sol y nos da claves y pistas sobre los misterios del astro. Uno de esos misterios tiene que ver con el problema por el cual el Sol es mucho más caliente en algunas partes que en otras.

El satélite, de unos 2 mil kilogramos, está equipado con un telescopio ultravioleta que revela cómo es el Sol en esa parte del espectro, codificando las disparidades de color. El lado rojo, por ejemplo, muestra que en la superficie del Sol se quema material a unos 140,000 grados Farenheit. El lado azul muestra el plasma quemándose en la atmósfera extendida del Sol, conocida como la corona, a 1.8 millones de grados Farenheit.

Las diferencias extremas en la estrella no son fáciles de explicar. ¿Por qué, se preguntan los astrónomos, la superficie del Sol se quema a relativamente decenas de miles de grados Farenheit mientras que la corona, alrededor, se quema a millones de grados más caliente? Los científicos están además interesados en saber las razones por las cuales a temperatura varía tanto, incluso dentro de la misma corona. Jeffrey Newmark, un físico solar de la NASA, describe la corona como una cabeza de cabello, con partes intermitentes de canas, cabello café y negro, cada color representando una temperatura diferente.

«Queremos entender todo acerca del Sol», dice el científico, «Ésa es la meta». Pero estamos probablemente lejos de tener un modelo que explique las cosas que pasan en el astro rey.

Referencias:

NY Times