Pues porque no hacer un pequeño experimento para comprobarlo. Básicamente lo que hice fue raptar a mi sobrino de 8 años de edad prometiéndole un día completo de videojuegos y a mi hermana un poco de descanso de su vástago. La cita fue un sábado, pasé por al medio día, lo llevé a las hamburguesas de la carita feliz por su comida chatarra favorita y lo traje para sentarlo un par de horas a disfrutar de Spore y ver su reacción.
Al comenzar mi intensión era que yo interviniera lo menos posible en la experiencia del chamaco con el juego, quizás sólo arrancar el juego y dejarlo experimentar por sí mismo todo este universo digital de el juego. Y así fue. Arranqué el juego, tardó un poco en hacer su propio mundo y criatura, al cual le llamó “patito”, y comenzó a hacer su criatura.
Pasando la parte de “creación” la cual disfrutó al máximo dejando que su imaginación creciera comenzó a jugar y me sorprendió como la nueva generación de chamacos tienen habilidades superiores para el entendimiento digital, en menos de 16 minutos ya había terminado la parte celular y ya estaba listo para saltar a hacer su criatura y saltará a la tierra. Entre risas, gozo y demás mi sobrino disfrutaba el juego como cuando yo jugaba Mario 3 en el Nintendo, ese disfrute intrínseco de inmersión total en un juego, con la diferencia que esta criatura era suya, él la creó, él la está ayudando crecer, y su interacción es completamente más profunda que correr con un plomero pre pixeleado, ya que el hizo su “Personaje” como el quiso, con todo y sus manchas de colores casi neones.
Llegó la noche y mi sobrino no quería que lo llevara de regreso a su hogar, el juego lo llamaba a seguir adelante, pero pues ante los gritos telefónicos de mi hermana que tenía que bañarse cenar y dormirse, tuve que apartarlo de mi computadora para llevarlo a su casa. ¿Y te gustó el juego? Preguntaba. “Esta increíble, ¿puedo venir mañana a jugar?”
Claro que puedes….pero ya le mandé pedir a los reyes que te lo llevarán. Pero eso todavía él no lo sabe.