Un fenómeno cultural que vivimos hoy día es el valor que da la tecnología y el curioso hecho que en ella sí estamos dispuestos a gastar sin pensarlo demasiado. Por ejemplo, si consideramos en adquirir un libro, quizás pagar 500 o más pesos nos parezca un exceso, pero si se trata de un teléfono en ocasiones consideramos incluso el pagar miles de pesos por el anhelado dispositivo. Y sí, lo sabemos, no es comparable un libro con lo que puede hacer un teléfono, eso es claro, pero para efectos de lo que pueden hacer estos aparatos tal vez uno de un par de miles de pesos sirva lo suficientemente bien.

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El asunto es que hoy en día los fabricantes de teléfonos tienen dispositivos para todos los nichos de mercado y desde luego, los más costosos tienen más prestaciones y en ocasiones muchas más. Un teléfono de gama media a lo mejor tiene hoy en día un par de núcleos pero uno de gama alta puede tener 8 núcleos o más, y esto finalmente se nota en el desempeño del aparato. Y esto para muchos quizás no haga gran diferencia pero para quien disfrute de un teléfono de gama alta notará que son dispositivos muy distintos.

El asunto que en particular llama la atención es cuando un fabricante anuncia sus nuevos teléfonos e indica que en nuestro país se van a poner a la venta un día determinado. Y lo que ocurre es que la gente interesada es capaz de ir a la tienda en donde se venderá el teléfono en cuestión y se formará en una cola que puede llegar a tener decenas de metros, en algunos casos. Y en Estados Unidos, por ejemplo, en ocasiones las colas empiezan una semana antes y se ve a la gente con sus bolsas de dormir y sillas plegables haciendo cola, esperando el gran día para hacerse del teléfono más moderno y novedoso. Cabe decir que, curiosamente, este fenómeno se repite tanto en Japón como en Estados Unidos o incluso México. Las promoción de las virtudes del nuevo dispositivo telefónico hace literalmente salivar a los que están con una marca y que, por alguna razón, quieren tener siempre lo último que la empresa produce.

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Llama la atención el fenómeno que parece tener raíces en los comportamientos sociales: nos gusta por ejemplo, ser los primeros en algo y así, nos pueden vender boletos para la Premier de una película, para estar en la «alfombra roja» como si el hecho de ver la película nueva «antes que los demás» nos diese alguna ventaja real en el mundo cotidiano. Si se trata de tecnología, puede ser que no haya mayor satisfacción el mostrar el nuevo teléfono cuando uno va a alguna reunión, sobre todo si es el novísimo aparato que acaba de salir.

Hay que decir que un teléfono de gama alta hoy en día puede costar más de 15 mil pesos y los de gama altísima llegar a los 35 mil pesos. Eso en nuestro país es mucho dinero para la mayoría de las personas pero que cada quien se gaste su dinero como quiera, no es ni criticable siquiera, pues finalmente cada quien se da sus gustos o compra el cómo satisfacer sus necesidades. El punto es el fenómeno social, el de las colas, y el del tener un dispositivo que puede costar lo que dos buenas computadoras de escritorio o laptops que hay hoy en el mercado.

Y sí, poner toda la funcionalidad de un teléfono que mide 7 x 14 x 0.5 cms (aproximadamente), requiere de mucha tecnología, de procesos muy costosos, de sofisticados chips muchas veces hechos para el teléfono en cuestión. Igualmente, dotar a estos equipos de cada vez más memoria, poner muchos núcleos, tener un sistema operativo funcional, eficiente, que haga todo lo que un teléfono moderno puede hacer, cuesta y eso lo están pagando lo que consumen estos dispositivos.

Y hay que reconocer que la tecnología nos ha traído montones de beneficios que incluso mucha gente con no tantos recursos suele disfrutar. Por ejemplo, una televisión con cinescopio, de las «viejitas», una buena TV, costaba unos 3 o 4 mil pesos en su momento. Hoy en día una TV plana, digital, puede costar hasta 80 mil pesos. Y sí, con esas televisiones fantásticas nuevas hasta los granitos en la piel de los que salen en pantalla son visibles, pero de nuevo, todo eso lo estamos pagando los consumidores y créanme, jamás he escuchado que alguien me diga que la tecnología es cara.

Y a la pregunta que da título al artículo: «¿Valen lo que cuestan los teléfonos de gama alta y altísima?». Sin duda los vale porque si no fuese así, la gente simplemente no los compraría. Hay que decir que aunque no lo veamos, quien adquiere un teléfono muy costoso no paga sólo la tecnología, sino los anuncios, la promoción, etcétera. Muchas cosas no las vemos pero ahí están. Así las cosas, hay productos para todos los tipos de consumidor y algunas empresas sacan ventaja de la fidelidad de sus clientes o del status que les han hecho creer que tienen cuando se compran equipos de su marca. La mercadotecnia juega con todos y nadie está a salvo y esta es la tendencia la cual, aparentemente no se revertirá pronto.