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¿Dónde quedarán nuestras fotos?

Hace mucho tiempo, hablando con un fotógrafo de un periódico de circulación nacional, éste me contaba sobre las virtudes y los contras de la fotografía...

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Hace mucho tiempo, hablando con un fotógrafo de un periódico de circulación nacional, éste me contaba sobre las virtudes y los contras de la fotografía digital. Él tenía una cámara muy buena, digital, pero me decía que para el caso del periodismo, no parecía ser al final del día una buena idea. Me contaba que antes de las cámaras digitales, los fotógrafos revelaban sus rollos y elegían qué fotografías eran las publicables. Sin embargo, el rollo se mantenía con toda la secuencia de fotos sacadas, aunque éstas no se pasaran a impresión. Hoy en día, reflexionaba el amigo fotógrafo, las cámaras digitales permiten borrar cualquier foto que nos parece mala y por ende, se está borrando la memoria histórica, asunto que finalmente es importante para los que se dedican al periodismo, entre otros.

Y esto me hace reflexionar sobre esa campaña que por algún tiempo se impulsó en los medios, en donde se decía que una foto no lo era hasta que estaba impresa. Y para hacer el efecto más dramático, presentaba un CD y abajo el mensaje de error de la computadora, algo así como “no se puede leer el disco”.

Desde luego que cuando vi este anuncio me pareció que eran “patadas de ahogado” de la industria fotográfica, que ha visto mermadas sus ganancias de forma inevitable, pues la gente ya ve las fotografías que toma en sus computadoras, tabletas, etcétera. Y tan grave es el asunto que prácticamente el sistema de revelado e impresión de fotografías está desapareciendo. Evidentemente siempre habrá quien se dedique a estas cosas, pero que la fotografía digital se ha terminado por imponer, es un hecho, con todas las consecuencias ya mencionadas.

Pero ahora reflexiono si la idea de imprimir las fotografías es en el fondo tan mala idea. Porque miren, ¿recuerdan sus rollos de películas en súper 8mm, o en formatos para video, Betamax o VHS, ¿dónde están? Seguramente en esas cintas están grabados momentos memorables de las familias, quizás el nacimiento de un hijo, o la fiesta a la abuela de 90 años, etcétera. Pero desafortunadamente, con el tiempo, estas cintas duermen el sueño de los justos y probablemente nunca más despierten, pues las videocaseteras se han vuelto obsoletas o al proyector de súper 8mm ya se le fundió el foco y no hay reemplazo del mismo en el mercado.

Tenemos pues información grabada que quizás no podamos recuperar porque los equipos de reproducción ya son obsoletos y porque además, no conocemos a nadie que haya decidido ir con la tecnología, pasando sus grabaciones de súper 8mm a video y de ahí a disco compacto o incluso a DVD. De nuevo, hay gente que aún da el servicio para transferir la información de esas cintas de video a los formatos actuales pero de nuevo, estos formatos que usamos hoy terminarán por volverse obsoletos ante lo nuevo que salga (y que no lo duden, saldrá). Y entonces la pregunta es, ¿cómo seguirle el paso a la tecnología para no quedar obsoletos e información que para nosotros es valiosa?

En el caso de las fotografías digitales, se me ocurre, puede ocurrir un fenómeno parecido. Con el tiempo, estos cientos de fotos estarán “arrumbadas” en alguna carpeta del disco duro y cuando falle la máquina (y/o su disco duro), probablemente perderemos todas esas imágenes. Quizás, si somos cuidadosos, habremos guardado en alguna parte, tal vez un CD, un DVD o incluso un USB, las carpetas con todas esas fotografías pero… ¿y cuando pase el tiempo? ¿y cuando fallen los dispositivos en donde guardamos la información? porque sabemos que los CDs y DVDs grabados tienen un tiempo de vida antes de que se degraden. ¿Dónde quedarán nuestras fotos? Tal vez las perdamos y de nuevo, se pierda nuestra memoria histórica personal.

Por eso, retomando el tema de la campaña ésa de imprimir las fotos, pienso ahora que en el fondo no es tan mala idea. Ya no hay negativos que guardar, pero eso no quiere decir que no tengamos una “hard copy” de estas imágenes que finalmente son parte de nuestra historia familiar, la cual -gracias a estas poderosas tecnologías digitales- podríamos de verdad estar perdiendo.

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