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El consumo colaborativo y la reputación

El internet y las redes sociales han habilitado un nuevo mercado: el de consumo colaborativo. Este tipo de consumo es similar a cuando se le...

El consumo colaborativo y la reputación

El internet y las redes sociales han habilitado un nuevo mercado: el de consumo colaborativo. Este tipo de consumo es similar a cuando se le regala a un niño una pelota con la condición que se la preste a sus hermanos cuando no la esté utilizando. De esta manera, resulta más eficiente satisfacer la demanda por pelotas en la familia, en lugar de comprar una pelota para cada uno de los hermanos.

Ahora imaginemos que esta familia es la sociedad, y la pelota puede ser cualquier bien o servicio que no se utilice de forma exhaustiva. Lo anterior lo relatan muy bien Rachel Botsman y Roo Rogers en su libro “What’s mine is yours: The Rise of Collaborative Consumption” (‘Lo que es mío es tuyo: El auge del consumo colaborativo ’, en español).

La idea principal del consumo colaborativo es encontrar necesidades compartidas en la sociedad de bienes de bajo uso que puedan ser utilizados por varias personas. Un gran ejemplo proviene de los sistemas de bicicletas compartidas en las grandes ciudades, en los cuales el usuario paga un tipo de ‘renta’ y obtiene el derecho de tomar cualquier bicicleta que sea parte del sistema para devolverla en cualquier estación autorizada. También está la idea de las oficinas virtuales compartidas, en las que por una cifra mensual o anual se tiene derecho a un número limitado de horas en salones de juntas o lugares de trabajo. Incluso, se podría hacer lo mismo con automóviles o con las herramientas para arreglar tu mismo tu hogar. El potencial y la variedad de productos crece directamente con el poder de organizar a la sociedad para consumir colaborativamente.

Sin embargo, el mayor problema se encuentra en las personas con quienes compartimos el consumo. Mientras mayor sea el valor del bien o servicio, más información necesitaremos de los demás usuarios antes de ofrecerles la oportunidad de utilizarlo.

Y la solución la encuentran los autores en el capital de reputación.

Así como en la compra-venta en línea es necesaria la reputación de los compradores y vendedores. El caso de AirBnb, el sitio web para ofrecer y encontrar alojamiento en hogares habitados que tienen algún espacio disponible, es el mejor ejemplo del impacto del capital de reputación para habilitar nuevos mercados. Antes, era muy complicado rentar un cuarto dentro de tu casa a un completo desconocido. No obstante, al poder ingresar al sitio y revisar el historial de cada usuario y si otros arrendatarios lo han recomendado por limpio y bien portado, es mucho más sencillo aceptarlo en tu casa.

En resumen, el capital de reputación servirá en los próximos años como acreditación para el acceso a nuevos productos y servicios compartidos. Mientras tanto, ¿qué otros productos o servicios crees que funcionarían bajo el esquema de consumo colaborativo?

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