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Cámara contra smartphone.

La “point and shoot camera” (cámaras de aficionado con las que basta “apuntar y disparar”) ha existido desde que George Eastman introdujo la Kodak Brownie...

La “point and shoot camera” (cámaras de aficionado con las que basta “apuntar y disparar”) ha existido desde que George Eastman introdujo la Kodak Brownie (en la imagen se muestra una evolución del original) y podría estar en peligro. Como otros dispositivos de uso dedicado, está siendo desplazado por aparatos que cubren varios propósitos, en este caso los smartphones, que toman mejores fotos con cada nueva generación de modelos.

Las point and shoot pueden ser encontradas en la mayoría de las casas a la que vayas, no importa de qué marca o tipo sea. Pero para algunas personas, ese modelo de cámara podría ser la última que posean, ya que les agrada usar su smartphones para el mismo fin.

Lo bueno del móvil es que está a la mano cuando sea que haya una oportunidad de tomar una foto, además puede usarse para mandarla por e-mail o compartirla en alguna red social al instante. Por supuesto, también están las apps para modificar y hacer de la captura de una imagen algo mucho más divertido.

Entre tantas ventajas del smartphones, también hay que dar crédito a las point and shoot. Éstas tienen estabilización de imagen y lentes más grandes con mejores sensores. Pero esto parece no importar en mucho a los usuarios.

Para demostrar esto, están los números. Mientras que las ventas de smartphones en los Estados Unidos siguen aumentando, las ventas de unidades point and shoot cayeron casi 16% desde 2008, de acuerdo al estudio de mercado de NPD Group. Eso corresponde a una baja de 24% en dólares, a $1.9 billones, de $2.4 billones.

Aún cuando la recesión disminuyó en el último año, las ventas de cámaras se redujeron. Al mismo tiempo, la adquisición de cámaras más poderosas con lentes intercambiables y características avanzadas, han aumentado por cerca de 29% en dólares desde 2009, de acuerdo a NPD.

Los analistas piensan que esto es un seccionamiento en el mercado, ya que los fotógrafos aficionados se mantienen felices con la conveniencia de los smartphones, y lo usuarios dedicados buscan cámaras avanzadas. Y predicen que el mercado de las point and shoot caerá aún más.

“El mercado de las cámaras compactas está bastante estancado,” dice Christopher Chute, un analista de mercado en IDC. “La ubicuidad de una cámara de 5 a 10 megapíxeles en tu bolsillo es difícil de vencer.”

Los smartphones parecen irresistibles de usar, especialmente para la gente que intercambia un vasto número de fotos en línea.

Facebook dice que desde que fue fundado en 2004, sus usuarios han subido más de 50 billones de fotos, haciendo de esta característica una de las más populares. Flickr, el sitio para compartir imágenes, dice que sus suscriptores agregan más de tres millones de fotos diarias. Inclusive este mismo sitio indica que la cámara más popular entre sus 55 millones de usuarios es el iPhone 3G. Ni una de las point and shoot está entre su top 5. Los otros lugares están cubiertos por cámaras profesionales Canon y Nikon.

Las cámaras comenzaron a aparecer en los teléfonos desde hace varios años. Por mucho tiempo, la calidad de las fotos podía compararse con las capturas borrosas y de baja resolución que hay de OVNI´s o Pie Grande. No obstante, en los últimos años, mucho más poderosos procesadores y mejores sensores han dado más calidad a las imágenes.

De acuerdo a un reporte en febrero del grupo de la industria de la cámara PMA, los dispositivos que usan rollo no estuvieron extintos sino hasta 2004, cuando la mayoría de los modelos digitales tomaron fotos con una resolución mayor a 4 megapíxeles, permitiendo a los usuarios imprimir imágenes de buena calidad y tamaño.

Esto no es un cambio que se vaya a dar de la noche a la mañana. Como todo será paulatino y, también, habrá quien se resista a descartar el uso de una point and shoot. Lo cierto es que los smartphones vienen introduciendo características difíciles de resistir y en algún momento serán, además, más económicos.

Fuente: The New York Times

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