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El temor de los periodistas

Nada me quedó más claro: existe un grupo de personas que le tienen miedo a la tecnología y que, sin duda, están preocupados porque ésta...

Nada me quedó más claro: existe un grupo de personas que le tienen miedo a la tecnología y que, sin duda, están preocupados porque ésta -o más bien, gracias a sus aplicaciones- es posible que su fuente de trabajo se vea amenazada en el futuro. Claro, también hay otro grupo que acepta y, de hecho, toma como un reto esta situación. Y luego, están los permanentes teóricos que dictan el futuro, como si tuvieran algún control sobre él. Todo esto lo viví la semana pasada, en una reunión que organizó, por una parte, el gobierno de Colombia y por otra la organización “Nuevo Periodismo”, que tiene su sede en Cartagena de Indias, el punto de encuentro. Curioso. Verdaderamente curioso. Durante toda una jornada, unos 50 “periodistas especializados” estuvimos encerrados en un elegante centro de convenciones y nos dispusimos a escuchar las ponencias y puntos de vista de otros “colegas”, claro, también algunas pláticas de Google, la firma que hizo posible todo e invitó a la reunión.

Lo de Google, bien, muy en su papel de patrocinadores. Los colegas ponentes, bien, sin embargo hubo un común denominador: la repetición. Y es que es bien sencillo, antes, publicar un periódico, o más bien, transmitir una noticia, era un acto reservado para unos cuantos. Existía ese “poder” necesario para tener un medio impreso (periódico), una televisora o una estación de radio. De hecho, hasta la fecha sigue siendo imposible que cualquier ciudadano decida en un par de días crear uno de estos nuevos medios. De hecho, ya son los antiguos medios de comunicación, ¿Por qué? Sí, adivinó, se trata, una vez más, de la omnipresencia de Internet.

Con la facilidad de escribir una bitácora y con la potencia de los buscadores -sí, en particular Google- se dio como generación espontánea una nueva profesión a la que ha llamado “periodismo ciudadano”. Y no es que de repente ingenieros, arquitectos, abogados, empleados, burócratas y demás profesiones o quehaceres humanos hayan tomado una maestría exprés en ser “periodista”, no, la verdad es que simplemente se pusieron a escribir y, los sitios que sobreviven hasta la fecha, lo hacen bien. Sí, hay bitácoras con video, audio y otras monerías, pero el fondo es que toda esta gente sintió la necesidad de comunicar algo y lo hizo, de acuerdo a sus posibilidades, pero lo hizo sin necesitar una cadena de televisión o de radio y mucho menos un diario impreso.

Es ahí donde radica la diferencia. Estos sujetos no son “periodistas” profesionales. No estudiaron la carrera. “No saben lo que es perseguir una nota” comentaba un asistente a la reunión, “no tienen una hora de cierre, ni hay presión por parte del editor”. No, claro que no. Son tan periodistas en el sentido estricto de la palabra como usted y yo somos chefs cuando nos aventamos a cocinar un consomé de pollo. Y eso, claro, si es que puede existir una definición exacta de lo que es ser un periodista.

Así las cosas, la reunión siguió con un buen número de oradores, donde todos mostraron lo mucho que ha crecido la red y un largo etcétera que ya casi todos conocíamos y las grandes dudas fueron, también las de siempre: ¿cuándo dejarán de existir los periódicos impresos? Esa pregunta tiene 15 años y, aunque sí hay indicios de que la circulación ha bajado y que no hay muchos nuevos diarios, tampoco tiene por que aumentar el tiro ni el número de lectores. Después de todo, la tecnología ha atrapado a todos por igual, unos desde que nacieron (los digitales nativos) y otros, como un servidor y algunos colegas, en la universidad, en el primer trabajo, etc. El diario en papel igual deja de existir como lo conocemos y se transforma, pero no el periodista, aunque aquí cabe la pregunta, ¿quién va a escribir las noticias en estos medios?.

Tal vez lo más importante será que habrá miles de competidores queriendo acaparar la atención de la misma audiencia. Y tal vez algo todavía más importante es que mucha gente, sobre todo algunos colegas, dejan de entender que un periódico, una estación de radio o una televisora, son, en esencia, un negocio.

Necesitan anunciantes para sobrevivir. Así de cruda es la realidad. Por más empeño que se ponga en querer vivir de la caridad pública y de los buenos comentarios de la audiencia, estas son formas de trabajar y vivir que algunos escogen y que, otros, ni siquiera se imaginaban que lo iban a hacer.

Así es la vida. Larga existencia a todos los que nos dedicamos a comunicar, seamos profesionistas con maestrías y doctorados en periodismo, o seamos unos simples usuarios de Internet que dominamos un tema y queremos exponerlo al mundo. ¿No? Después de todo, la tecnología es para aprovecharla, no para tenerle miedo.

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