Hace días te contamos de una iniciativa de ley presentada por el senador de Morena Martí Batres, relativa a que todas las películas que se estrenen en los cines de México cuenten con versiones dobladas al español y al menos una versión doblada a alguna lengua indígena.

Es una iniciativa que fue presentada a la Mesa Directiva del Senado luego de que Batres sostuviera reuniones con actores y actrices integrantes de la Asociación Nacional de Actores (ANDA), quienes buscan reconocimiento pleno en la legislación mexicana y mejores condiciones de trabajo.

Al respecto, Geminiano Pineda, productor y director de cine y director general de la distribuidora cine CANÍBAL -casa que ha traído al país joyas como Love, Las voces, El demonio neón, Máquina asesina, CLÍMAX y El farocompartió algunos datos y cifras que muestran la inviabilidad de la iniciativa de Batres.

Un costo «económico» de doblaje en México oscila entre los 200 mil y los 300 mil pesos por película, dependiendo de la duración, lo que de entrada repercute en los presupuestos de las casas distribuidoras pequeñas que con esfuerzo pueden traer un filme al país cada cierto tiempo.

Por otro lado, subtitular una película en México cuesta entre 25 mil y 50 mil pesos, nuevamente en atención a la duración y a la cantidad de diálogos.

Las películas que no tendrían problema son los blockbusters y las películas de estudio que siempre tienen dominada la cartelera mexicana, pues son trabajos con presupuestos tan altos que siempre se exhiben en versiones dobladas al español y subtituladas.

Pero en el caso del cine alternativo que llega a México gracias a las pequeñas casas distribuidoras, sus películas acumulan únicamente entre 5 mil y 50 mil asistentes (recordemos que una cinta estereotípica de Marvel suma millones de espectadores en el país), lo que no haría rentable para ningún distribuidor independiente traer lanzamientos bajo el esquema de doblaje obligado, pues la inversión no se recuperaría y en consecuencia se limitaría aún más la oferta en cartelera.

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La conclusión de Pineda es desalentadora. Si la obligatoriedad del doblaje al español se vuelve una realidad, las casas distribuidoras independientes serían orilladas a limitar sus estrenos y a distribuir menos cine alternativo en México, todo en razón de lo que cuesta hacer cada versión de una película.

Y eso haría que la cartelera mexicana de cine esté aún más invadida de cine de estudio.

La iniciativa de Batres vela por los derechos del gremio de actores de doblaje, es verdad, pero también es cierto que no está considerando a todos las partes que hay detrás de que una película llegue a las salas de cine en México.