No hay duda que los lenguajes humanos son los más complejos entre los seres vivos. Los científicos se han preguntado desde cuando los seres humanos lograron implementar la comunicación verbal, asumiendo que esta se convertiría en los lenguajes que eventualmente evolucionaron hasta llegar a nuestros días.

Hoy un nuevo estudio muestra que al menos, en su origen, la comunicación entre seres humanos a través de algún lenguaje, tiene 20 millones de años.

Los cerebros no se fosilizan

Anteriormente se había especulado y afirmado que los lenguajes humanos tendrían aproximadamente unos 5 millones de años de existencia, todos a través de un ancestro común, tanto en simios como en seres humanos.

Esto, para los neurocientíficos es comparable a encontrar un fósil que nos dé una clave sobre la evolución. Sin embargo, al contrario de los huesos del pasado, los cerebros no se fosilizaron, por lo que los neurocientíficos necesitan hacer inferencias sobre qué clase de cerebros tenían los ancestros comunes a nuestra especie.

Google ya permite transcribir tu voz en otro idioma de forma inmediata

Es algo parecido a estudiar los cerebros de los simios en vivo y compararlos entonces con los seres humanos.

El Profesor Chris Petkov, de la Facultad de Ciencias Médicas, en la Universidad de Newcastle en el Reino Unido, líder del estudio, comentó:

«Es como encontrar un nuevo fósil de un gran ancestro perdido. Es además emocionante el saber que el origen puede ser mucho más antiguo de lo que se pensaba».

Equipos internacionales de científicos europeos y estadounidenses trabajaron en imágenes del cerebro y analizaron las regiones correspondientes en humanos, simios y monos.

El trabajo se publicó en Nature Neuroscience. Los investigadores descubrieron un segmento en el cerebro humano que interconecta la corteza auditoria con las regiones de los lóbulos frontales, las cuales son importantes para procesar el habla y el lenguaje.

Y aunque estos son únicos para los seres humanos, el enlace vía la trayectoria auditoria en otros primates sugiere una base evolucionaria en la cognición y la comunicación verbal.

El Profesor Petkov añade:

«Hemos predico pero no podemos saber con certeza cuando el lenguaje humano tuvo una base evolucionaria en el sistema auditorio de los primates no-humanos. Admito que estamos asombrados de ver trayectorias similares escondidas en los sistemas auditorio de los primates no-humanos».

La transformación de los lenguajes

El estudio da luz sobre la notable transformación que parecen haber tenido los lenguajes humanos. De hecho, se encontró una diferencia única: el lado izuierdo de la trayectoria del cerebro fue más pronunciada que en el lado derecho, por lo que parece divergir del prototipo evolucionario que se esperaba.

Este trabajo se basa en el escaneo del cerebro usando recursos abiertos para toda la comunidad científica global. También se generaron nuevos escaneos cerebrales que están compartidos para así inspirar nuevos estudios.

Ya que los autores predicen que el precursor auditorio de la trayectoria cerebral puede ser más antiguo aún, el trabajo inspira a una búsqueda neurobiológica para su origen evolucionario, digamos de manera coloquial: «el siguiente cerebro fósil», que podrá ser encontrado en animales incluso distantes con los orígenes humanos.

El Profesor Timothy Griffiths, neurólogo de la Universidad británica mencionada, y autor senior del estudio anota:

«Este descubrimiento tiene un tremendo potencial para entender que aspectos de la cognición y lenguajes humanos pueden ser estudiados dentro de los modelos animales en forma que no es posible hacer en seres humanos o simios.

Este estudio ya ha inspirado nuevas investigaciones que se están llevando a cabo, incluso con pacientes en neurología».

En este estudio participaron científicos de las siguientes universidades: Facultad de Ciencias Médicas, de la Universidad de Newcastle, Reino Unido; El Instituto Max Planck para las ciencias cognitivas y del cerebro, en Alemani; El Centro Birkbeck UCL para neuroimágenes, en el Reino Unido; El Centro Médico de Cáncer de la Universidad de Texas, en Estados Unidos y la Universidad de Iowa, también en Estados Unidos.