Seamos claros: mandar una nave -en la inmensidad del espacio- a un asteroide (que en realidad es en general un pequeño punto en el cielo en el mejor de los casos), habla de la capacidad tecnológica que el ser humano está teniendo. Y ya en dicho asteroide, lanzar una pequeña sonda para chocar en la superficie del satélite, generar un pequeño choque y recoger polvo del asteroide para regresar a la Tierra para estudiarlo, es francamente notable. Se requiere de mucha ciencia y esfuerzo para una misión de esta naturaleza. Aparentemente los japoneses lo están logrando.

La sonda Hayabusa2 finalmente logró un pequeño cráter en la superficie de Ryugu, el asteroide que decidieron estudiar. El 25 de abril (tiempo de Japón), la nave voló sobre el punto en donde lanzó un proyectil hace tres semanas y tomó una foto del impacto (como puede verse en la imagen que ilustra este artículo).

«Confirmamos que se creó un cráter artificial», dijo JAXA, la agencia espacial japonesa. Los reportes para llegar a esa conclusión se basaron en las imágenes de antes y después de la colisión. «El tamaño y profundidad del cráter es ahora el siguiente paso en el análisis», comenta JAXA. Las imágenes mostradas en un área de unos 20 metros de ancho cambiaron con el impacto, el cual fue mayor que lo que esperaba el equipo. «Tenemos un debate intenso ahora», tuiteó JAXA.

La confirmación llevó muchas semanas porque después de tirar un cilindro de cobre de dos kilogramos, la nave se fue a la parte trasera del asteroide para evitar que fuese golpeada por piedras o partículas después del choque.

Ahora el equipo de Hayabusa2 espera usar la nave para capturar un poco del polvo del asteroide desde dentro del cráter, y regresar a la Tierra en el 2020. La nave, de hecho, ya tomó muestras de polvo en febrero. Comparando las muestras con las que se obtendrán del centro del cráter creado, podrá saberse su en algún punto estuvieron húmedas como para preservar materiales orgánicos.

No cabe duda que el control remoto sobre naves robotizadas como Hayabusa2 puede ser un futuro promisorio de la investigación espacial y podría ser, tal vez, la alternativa real a la idea de mandar tripulaciones humanas, por ejemplo a Marte, donde la logística y los costos bien podrían ser demasiado grandes y los riesgos para llegar al éxito, excesivos.