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Amar y odiar a “Club de Cuervos”

Esta semana he estado viendo “Club de Cuervos”, la primera serie original de Netflix en español que está disponible desde el 7 de agosto y,...

Club_cuervos

Esta semana he estado viendo “Club de Cuervos”, la primera serie original de Netflix en español que está disponible desde el 7 de agosto y, aunque me atrapó, me deja sentimientos encontrados.

Por un lado, es bueno que una casa productora mexicana, como en este caso es Alazraki Entertainment, se alíe con esa empresa de streaming para atreverse a entrar a este nuevo mundo de la comunicación que, a nivel mundial, nos ha entregado grandes obras, como “Orange is the New Black” o “House of Cards”.

Precisamente, muchos ingredientes de la fórmula de esta última serie, protagonizada por Kevin Spacey, son los que hacen que esta nueva forma de ver televisión (porque, técnicamente, sigue siendo TV) haya sido un éxito, ya que mezcla temas polémicos (como lo que pasa al interior del poder político de Estados Unidos, empezando por la Casa Banca), con estrellas de cine, guiones más atrevidos y la búsqueda de nuevos lenguajes visuales, además de brindar a la audiencia la opción de “personalizar” su experiencia como espectadores, al tener la posibilidad de consumir el contenido en los tiempos que se acoplen a cada quién y no los que dicte el programador de algún canal.

Pero (aquí va el “pero”) “Club de Cuervos” no es “House of Cards”. A pesar de que trae a la máxima estrella actual del cine mexicano (Luis Gerardo Méndez), habla de temas polémicos (como los vericuetos al interior del futbol mexicano) y utiliza elementos que no tendrían cabida en la televisión abierta (como los desnudos), se queda en una receta que ya hemos visto antes en otras producciones “atrevidas”, como las telenovelas “Nada Personal”, “Mirada de Mujer” y, en una de esas, hasta en la clásica “Cuna de Lobos”.

Así que, al menos en México, eso de “tratar temas que antes no se trataban” en las series de televisión no es nuevo (por cierto, la otra serie en español que anuncia Netflix para 2016 será protagonizada por Kate del Castillo, quien interpretará a la “Primera Dama” de México) y lleva, por lo menos, un par de décadas haciéndose.

Por otro lado, al verla, además de telenovelas, es imposible dejar de pensar en películas como “Rudo y Cursi”, que trata exactamente el mismo tema, y en los personajes de la reciente “Nosotros los Nobles”, dirigida por Gary Alazraki, quien también dirige y produce “Club de Cuervos”. Aquí tampoco hay grandes novedades.

Parte importantísima del éxito de “Nosotros los Nobles” fue la recomendación “boca a boca”, la cual no era necesariamente casual y sí, en muchos casos, inducida gracias a una nueva estrategia publicitaria que, en ese caso, implantaron muy bien los productores. Ahora, en “Club de Cuervos”, retoman algunos de los elementos de ese caso de éxito.

El primero de esos elementos es la creación de una campaña transmedia para promover la serie a través de cuentas de Twitter de los personajes (como Chava Iglesias o @Dj_churches, Isabel Iglesias o @IIglesiasReina y Moisés Suárez o @ianisguerrero) y entrevistas en programas deportivos como si fueran personajes reales. Eso lo están haciendo bien y de una manera divertida, tal y como lo hicieron en su  momento con Javi y Barbie Noble.

Otro elemento que incorporan para hacer un guiño a las audiencia que son “nativas digitales” es incorporar a personajes como el Sopitas, quien hace una actuación especial que disfrutan aquellos que saben quién es él. Y para los que quieran ser más “intelectuales”, también incorporan sutiles chistes a los diálogos, como “yo soy Emilio y tú eres Peña”.

En general, los personajes de la serie están bien definidos y cumplen con una interesante función en la historia, además de que hay algunas excelentes actuaciones, como la de Daniel Giménez Cacho, quien interpreta al Director Deportivo del Club Cuervos.

¿Ya ven por qué me provoca sentimientos encontrados? Por un lado tiene cosas buenas y novedosas, pero por el otro sólo muestra como “nuevos” algunos recursos que ya se habían explotados en otras ocasiones y que han arrojado resultados exitosos.

Lo que se ve en la pantalla no es una historia nueva y la estética que se percibe es una que han fabricado los hipsters para hablar de lo mexicano, donde sólo hay nacos y fresas, y aunque se parece mucho a la realidad que vive hoy el País, evidencia la falta de nuevas narrativas audiovisuales que se pueden aprovechar en un medio como Netflix. La música y otros elementos siguen por la misma línea.

Insisto, la serie sí llega a ser adictiva, y aunque sus creadores lo nieguen, sí está muy dirigida a los pamboleros mexicanos y a una nueva generación de televidentes urbanos que tienen pocas opciones en español, así que seguramente tendrá éxito.

Está disponible en todos los países donde tiene presencia Netflix, así que habrá que ver cómo le va en otras latitudes donde el contexto social y del deporte es diferente, aunque segura habrá muchas coincidencias.

Por lo pronto, me faltan seis capítulos para terminarla y, aunque me está gustando, no puedo dejar de pensar en que pudo haber quedado mejor. Ojalá que, para la próxima producción, se superen a ellos mismos y no repitan fórmulas exitosas que con el tiempo se pueden gastar.

Así de simple.

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